JESSE CARTER

— No van a creer a quien me encontré. — Digo cuando llego al lado de mis hermanos.

— ¿Maxwell? — Dijeron al mismo tiempo. 

— Si, el muy descarado cree que puede ganarme en una carrera. 

— ¿Te reto? — Pregunta un conmocionado Gregory. 

— Si lo parafraseo… me dijo que no, pero conociéndolo de seguro me estaba provocando. 

— ¿Y qué le dijiste? — Preguntó Josh. 

— Chicos, no pienso entrar a una carrera. — Miro a mi alrededor en búsqueda de Claire, pero no estaba en ningún lugar. — ¿Dónde está Claire? 

— No lo sabemos, solo se fue a algún lugar sin decir nada.

— Menuda amiga que tengo. — Bufo. 

— ¡Señoras y señores le vamos a dar inicio a la primera carrera de la noche, los corredores que participan deben estar en la línea de salida! — La voz de Gus se escuchó a través de unos altavoces. 

— Veamos en qué ha cambiado todo esto. — Le digo a mis hermanos. 

Nos acomodamos en un lugar estratégico para disfrutar al máximo de la adrenalina que se avecinaba en la pista. Los motores de los autos resonaban en la línea de salida, rugiendo con una potencia que casi podía sentir en mis huesos. Observé maravillado las máquinas meticulosamente modificadas, auténticas joyas sobre ruedas que destilaban potencia y elegancia.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro, contagiado por la excitación y la felicidad que solo estos eventos logran provocar en mí. La anticipación flotaba en el aire mientras cuatro intrépidos pilotos se preparaban para competir. Y, como es tradición en este tipo de carreras, una joven se posicionó en el centro de la calle, ataviada con una combinación de sensualidad y peligro: mini falda, corset y botas de tacón alto.

La tensión creció cuando levantó un pañuelo rojo, señalando el inminente inicio de la carrera. Los motores rugieron con una ferocidad desatada, como si los propios autos ansiaran con impaciencia arrancar y liberar toda su potencia acumulada. Mi piel se erizó al escuchar ese estruendo, una sinfonía de velocidad y poder.

Con un gesto enérgico, la chica agitó su bandera, marcando el inicio de la competencia. En un parpadeo, los autos salieron disparados, alcanzando velocidades que desafiaban la percepción visual. La emoción se apoderó de mí mientras seguía con la mirada los rápidos destellos de metal y color que se desplazaban a toda velocidad por la pista. Estaba inmerso en ese mundo de velocidad, donde la pasión y la competencia se entrelazaban en una danza vertiginosa.

Y así como tan rápido se fueron volvieron siendo el vencedor el más aclamado por todas las personas dentro del lugar. 

— Quien sea que esté adentro lo hizo increíble. — Digo sin dejar de ver la escena de celebración. 

— Pero no mejor que tú. — Me codea Josh. 

— Ya dejen de insistir, no pienso correr… ¡Santa m****a me retracto completamente! — Exclamó al ver quien se bajaba del auto ganador.

Jordan Maxwell estaba siendo alabado por todos por su victoria, y sobre todo porque estará participando por uno de los premio más dorados de la noche, lo sé, porque fui la creadora de esa regla.

— Ha mejorado mucho controlando su auto. — Gregory comenta. — Pero tu sigues siendo la mejor al volante, así que te propongo algo. 

Enarco una ceja y miro con curiosidad a mi hermano. 

— ¿Que vas a apostar? 

— Si le ganas una sola carrera a Maxwell seremos tus sirvientes por una semana. 

— Hecho. — Extiendo mi mano. 

— Hecho. — Gregory la toma. 

— Mejor pierde, no quiero ser tu chacha. — Se queja Josh. 

— Lo siento, pero ya perdieron desde el momento en que Greg propuso todo. — Me encojo de hombros

Las personas ya se habían esparcido por todo el lugar esperando a la siguiente carrera, asi que silvo tan fuerte y  de una forma especial en la que solo Gus pueda entenderme y afortunadamente no estaba tan lejos. 

— ¿Qué pasa hermosa? 

— Quiero que me metas en la carrera.

— Sabía que no te ibas a resistir. — Gus sonríe. — son 2mil, ya sabes que son 4 rondas, y el premio es acumulable.

— ¡Wow! — exclamó con sorpresa. — Son 32 mil al final de la noche. 

— Ya sabes que así es el negocio, tú misma lo implementaste. — Me recuerda. 

— Bien… ¿quienes participaran? 

— Maxwell, Rohen y Chester. Ya los conocen son de la vieja escuela. 

— Está bien, será pan comido. 

— No te confies mucho, los chicos han mejorado bastante, sobre todo Maxwell, ya lo viste competir, es una bestia tomando las curvas. 

— Pero no mejor que yo, así que tendrá que soportar. 

— Si tu lo dices. — Levanta sus manos al aire. — Empezaremos dentro de 20 minutos, debes colocar tu auto en la línea de salida. 

— Está bien, allí estaré. 

Le guiño un ojo para luego regresar con mis hermanos, pero antes fuí interceptada por Claire.

— ¿Va a competir? 

— Si. 

— ¿Por qué? dijiste que no lo ibas a hacer. 

— Bueno… Me gano la emoción es algo que no he hecho en mucho tiempo y quiero hacerlo. 

— Jesse llevas…

— Si, si, si, llevo mucho tiempo sin conducir, pero vine aquí para disfrutar de la adrenalina de correr ¿Acaso es mucho pedir? 

Claire queda en completo silencio.

— Bien, si eso es lo que quieres. 

— Claire, no sé qué te pasa, antes te emocionabas cuando corría, pero ahora estás siendo un dolor en el trasero. 

— Me preocupo por ti, las reglas del juego han cambiado, todos juegan sucio y he visto autos salir volando, no quiero que nada malo te pase, eso es todo. Disculpa si preocuparme por mi mejor amiga sea un dolor en el trasero. 

— Ven acá. — La tomó de la mano y le doy un abrazo. — Gracias por preocuparte por mi, eres la mejor amiga de todas.

— Además estuviste lejos por mucho tiempo, y solo quiero pasar tiempo contigo. 

— Esta bien, solo competire una sola vez, y el resto de la noche la pasaremos juntas. 

— Juralo por el meñique. — Claire se separa y levanta su dedo meñique.

— Por el meñique. — Cierro el trato uniendo mi meñique con el de ella. — Iré con los chicos ¿Vienes? 

— Iré a saludar a unos amigos, luego te alcanzo. 

— Vale. 

Me alejo de Claire y para ir con mis hermanos, quienes no dejaban de besuquearse con aquellas mujeres y eso me estaba sacando de quicio. 

— Gus me metió a la carrera, así que será mejor que se desocupen. 

— Quédate aquí cariño, luego vuelvo por ti. — Dice Gregory. 

Josh también se aleja de su chica. Ambos me llevan lejos, justo, donde estaban unos autos estacionados perfectamente. 

— ¿Qué hacemos aquí? 

— Este es el auto que va utilizar Maxwell. — Dice Greg.

— ¿Y? 

— Jordan es muy bueno, y queremos que tu regreso sea humillandolo. 

— ¿Y? 

— Queremos dejarlo inhabilitado ponchandole las llantas al auto. 

— No. — Niego con mi cabeza. — Si voy a hacer esto, lo haré de forma limpia, no como una cobarde. 

— Hagamos otra apuesta. — Propone Josh

— Chicos, no pienso hacerlo. 

— Si le ponchas las llantas al auto te daré 100 mil dólares. — Propone Josh,

— Chicos, sé que quieren gane, pero no es justo. 

— ¿Debo recordarte que los Maxell son nuestros enemigos? — Gregogry acota. 

Me quedo en silencio, y comienzo a recordar todas las cosas que los Maxwell nos han hecho y nuevamente ese rencor que había mermado un poco vuelve a aparecer. Josh saca de su bolsillo una de las reliquias de mi familia. Una navaja suiza de mi tatarabuelo. El primer Carter en pisar esta ciudad. 

Tomo la navaja y miró a todos lados, pero no había nadie alrededor, clavó la navaja en las cuatro llanta y sin dejar rastro nos alejamos del lugar. 

— Siento que hicimos algo malo. — susurro. 

— Él no va a saber que fuimos nosotros, no dejamos rastro. — Josh me tranquiliza. — Mejor ve y busca tu auto para llevarlo a la zona de salida. 

Asiento con la cabeza en un gesto que parece sereno, pero en mi interior se desata un torbellino de emociones. Camino hacia mi auto, que se encuentra a pocos pasos de donde nos encontramos. La adrenalina se apodera de mí, y en ese vaivén de sensaciones, mi mente se divide entre dos voces contrapuestas.

Mi lado racional levanta la voz, susurrando advertencias sobre las consecuencias de mis acciones. Sé que punchar las llantas del auto de Jordan Maxwell no fue la mejor decisión, que mis acciones no deberían regirse por la venganza. Sin embargo, hay un eco más visceral en mi interior, una sensación de satisfacción justiciera que se aferra a la idea de que merecía una lección por su comportamiento irrespetuoso.

Abro la puerta de mi auto, y justo alguien la cierra de golpe y me empotra contra el auto, me giro rápidamente y puedo ver la mirada enojada de Jordan. Mi corazón se acelera con mucha fuerza. 

— Eres una Carter muerta. — dice entre dientes. 

— ¡Que te pasa idiota! — Lo empujo lejos de mi. — Me vuelves a tocar y te rompo la cara.

Jordan lanza una carcajada cargada de enojo. 

— Eres una m*****a perra arpia Jesse Carter, ponchaste las llantas de mi auto.

— ¿Crees que yo haría algo tan bajo y rastrero como eso? — Me cruzo de brazos. 

— Además de una perra arpia, eres una mentirosa de primera. — En un movimiento rápido, Jordan se acerca a mi y lleva su mano a mi cuello apretandolo. — Te vieron. — Susurro cerca de mi oreja. — Cómo encajabas la navaja en mis llantas. 

— Su…el…ta…me. — Hablo como puedo, porque la presión de su mano sobre mi cuello se iba haciendo más fuerte. 

— No pienso perder esta carrera, así que usaré tu auto y quemaré tanto el motor que no podrás usarlo nunca en tu vida. 

Con las últimas reservas de energía y frustración, mi pie conectó con el estómago de Jordan, provocando que retrocediera varios pasos, agarrándose la zona donde había impactado.

En ese momento, mi corazón latía con fuerza, mezcla de ira contenida y agotamiento emocional. La adrenalina fluía por mis venas, pero al mismo tiempo, una especie de alivio se apoderaba de mí. Fue como si esa patada fuera la liberación de la tensión acumulada durante mucho tiempo.

Jordan, entre jadeos, tomó una bocanada de aire, y aunque mis acciones podrían parecer desproporcionadas, para mí representaban una especie de declaración de límites.

— Idiota. — murmuró. — Yo no hice tal estupidez.

— Te vieron, y es una fuente muy confiable. — Responde igual de enojado. 

Justo en aquel instante, el sonido de las patrullas policiales acercándose alertó a todos. 

— M****a. — Rápidamente me subo a mi auto y Jordan corre lejos de mi.

El escenario se transformó en un torbellino de actividad frenética: autos maniobrando bruscamente, personas corriendo en diferentes direcciones y un sentimiento generalizado de urgencia.

El rugido de motores, el chirrido de neumáticos y las luces intermitentes se mezclaban creando una atmósfera de confusión. Sin embargo, en medio de ese caos, un conocimiento tranquilo se apoderó de mí. Conocía cada ruta de escape, cada camino alternativo y cada atajo que podría llevarme lejos de la persecución policial.

Mantuve la calma, permitiéndome actuar con precisión mientras los demás parecían desorientados por la presencia policial. Tomé decisiones rápidas, maniobrando mi vehículo hábilmente, evitando los obstáculos y los intentos de bloqueo por parte de las patrullas. Era como un baile peligroso, pero conocía cada paso, cada giro necesario para salir ilesa de ese escenario de pandemonio.

La adrenalina bombeaba fuerte, pero mi mente permanecía serena, enfocada en la tarea de eludir la persecución. Y así, gracias a mi conocimiento del terreno y mi destreza al volante, logré escapar indemne de aquel revuelo, dejando atrás el tumulto y sintiendo un alivio al haber sorteado la situación con éxito.

Conduje hasta casa en completo silencio, las calles de la ciudad en las horas de la madrugada son las mejores para conducir y pensar con claridad. Mi rivalidad con Jordan Maxwell viene desde hace muchos años. 

Todo comenzó con mi tatarabuelo, el hombre llegó a la ciudad y compró una gran porción de tierra y justo cuando estaba escarbando para hacer su casa, encontró una gran fosa de petróleo, convirtiéndolo en el hombre más rico y poderoso de toda la ciudad, pero ese no era el único negocio que el viejo tenía.

Escapó de la gran Italia siendo un mafioso y sus andadas siguieron vigentes, y gracias a su gran hallazgo, pudo blanquear todo el dinero ilícito que tenía resguardado. Convirtiendo a nuestra familia en mafiosos empresarios. 

Por esta razón mi padre me anotaba en todas las clases de defensa, porque nuestra familia tiene muchos enemigos, y no quería que me sucediera nada malo. 

Justo la rivalidad comienza cuando un irlandes de apellido Maxwell encontro otra fosa de petróleo a unas cuantas hectáreas de los terrenos de mi tatarabuelo, pero las del hombre no eran prolíficas como las nuestras, pero en las calles, en hombre era conocido por ser el más temible mafioso, era despiadado y estaba acaparando todo el mercado de mi abuelo, y desde ese momento le declaró la guerra. 

Así hemos llevado nuestro odio de forma generacional, y no solamente eso, nuestras familias eran vecinas,así que las discusiones eran constantes.  

Llegar a casa después de un día agitado siempre es un respiro. Estaciono mi auto frente a la puerta, bajo y camino directo hacia mi habitación. Cada paso parece liberarme un poco más del peso del día.

La necesidad de desconectar y dejar atrás la carga acumulada me lleva directo al baño. Decido darme una ducha relajante, una especie de ritual para deshacerme de toda la mugre, no solo la física, sino también la emocional. Dejo que el agua caliente caiga sobre mi cuerpo, envolviéndome en una especie de abrazo reconfortante.

Cierro los ojos y permito que el sonido del agua arrastre consigo todas esas malas energías que se han aferrado a mí durante el día. Cada gota que cae parece llevarse un poco del estrés, la tensión y las preocupaciones acumuladas. Es como si la ducha actuara como un purificador, limpiando no solo mi cuerpo, sino también mi mente y espíritu.

El vapor y el aroma del jabón crean una atmósfera relajante. Me sumerjo en el momento, dejando que el agua haga su trabajo mientras permito que mi mente se relaje, liberándose de la presión acumulada. Es un espacio de tranquilidad donde puedo deshacerme de todo lo negativo y recargar las energías para enfrentar lo que venga.

Después de unos minutos que parecen eternos, salgo de la ducha con una sensación renovada, me coloco mi bata y salgo a mi habitación, pero la noche no parecía terminar. 

— Esto no ha terminado Jesse. 

Jordan estaba dentro de mi habitación, de pie en medio de la habitación. 

— Será mejor que te largues. — Digo en un susurro. — Mis padres están en casa y no voy a pelear aquí adentro.

Hago un ademán con la mano para que se fuera, mientras que voy hacia mi cambiador por mi pijama.

— No. — Me tomó de la mano. — Me debes 32 mil. 

— No te debo nada. — Me suelto de su agarre. — Y yo no ponché tus llantas. 

— Tu lo hiciste Carter, no soportaste ver que soy el mejor corriendo, me viste como una amenaza y me hiciste a un lado. 

Lanzó una carcajada. 

— Pobre hombre iluso. — Golpeo ligeramente su mejilla. — Puedo ganarte hasta con los ojos cerrados. 

La cara de Jordan se puso tan roja como la de un tomate, estaba enojadisimo. 

— Me las pagaras. 

Jordan me tomó nuevamente del brazo y me pega a su cuerpo. 

— Entonces me cobraré los 32 mil de otra forma. — Su mirada baja a mis pechos. 

Y justo me percato que la bata estaba semi-abierta, dejando ver una porción de mi piel aun mojada por la ducha. 

— Pervertido. — Le lanzó una bofetada tan fuerte que resonó en toda la habitación. — Ni aunque fueras el último hombre en la tierra estaría contigo. 

— Se que tu te mueres por estar conmigo. — Jordan ni siquiera se inmuto ante mi golpe, podía ver mi mano dibujada en su mejilla. — Pero este golpe me lo pagarás. 

La puerta de mi habitación se abre de golpe, ambos miramos en aquella dirección, y de pie junto a mi madre se encontraba mi padre con el ceño fruncido. Empujo lejos de mi a Jordan y acomodo mi bata de baño. 

— Papá no es…

— Jordan, ¿Estás consciente de que nuestra casa tiene seguridad 24/7 y que no te dispararon porque podrían desatar una disputa? — Habla mi padre. 

— Su  hija hizo algo que no debía. — se defendió. 

— Lo que haya hecho, no te da derecho a hallar nuestra casa, así que ve a tu casa por favor. 

— ¿Y quien me pagara por los daños que le hizo a mi auto? 

Mi padre me lanza una mirada, la cual rapidamente evado mirando a otro lado. 

— Ella lo hará. — Aseguro. — Ahora permíteme, te escoltare hasta tu casa. 

Jordan me lanza una mirada asesina, mientras camina lejos de mi campo de visión junto a mi padre. 

— Pensé que habías cambiado Jess. — Habla mi madre. — Por eso te enviamos a Francia, para que te alejaras del peligro, pero vas y te metes en la boca del lobo.

— Madre, no estoy para sermones. 

— Debes olvidar ese mundo Jesse, o si no tu padre lo hará por ti. 

Mi madre desaparece de mi campo de visión dejándome sola, trato de olvidar todo lo que sucedió hace unos minutos y me coloco una pijama para luego ir a dormir. 

Esta noche fue simplemente un caos, solo espero que todo desaparezca mañana, así no tendré que lidiar con otro sermón por parte de mi padre, quien enojado es una persona completamente diferente y puede llegar a dar mucho miedo.

Cierro mi ojos tratando de conciliar mi sueño, pero pensar en lo que sucedió, es imposible, la mirada de Jordan fue diferente a la que habitualmente me suele lanzar.

¿Fue una mirada de lujuria?

No lo sé, pero me dio escalofrió.

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