No muy lejos de ahí, un medio lobo se paseaba como si se tratara de un animal enjaulado, dentro de su propia maritú.
-La señora ya esta apostada – se escuchó la voz de Hazel a entrar.
-Ya lo sé … - casi rugió Aysel. Y luego, después de un breve silencio, susurró inquieto – Puedo olerla desde aquí.
-Es una mujer muy hermosa y amable – se atrevió a agregar el anciano, recibiendo como respuesta un gruñido bajo, acompañado de una mirada que parecía querer fulminarlo –. Lo siento – dijo finalmente, inclinándose ante su señor, para salir presuroso -. Pero la voz de Aysel lo detuvo.
-¿Cómo estaba?...- intentaba saber, la inquietud en su interior no se aplacaba al paso de los días como él pensó. Cuando comprendió que Naiara iba