Capítulo 8. Una invitación

Henry

     Cierro la puerta de mi auto de un golpe, estoy a punto de arrancar, pero Sebastian se atraviesa, pone ambas manos sobre el cofre de mi auto. Su mirada centella ira. Rodea el auto para llegar a mí, bajo la ventanilla.

     — ¿A dónde vas? —pregunta en un tono serio.

     —Al hotel. Alexandra me está esperando. —él tensa su mandíbula.

     —Necesitamos aclarar unas cosas, nos vemos en mi departamento. —no me deja contestar. Quien diría que parece el mayor y yo el menor. Pienso por unos momentos que es lo que voy a hacer. Mando un texto rápido y corto a Alexandra informando que llegaré un poco tarde. No recibo respuesta. Veo el auto de Sebastian y lo sigo.

     Llegamos a su departamento, es la segunda vez que estoy en su departamento, la primera, antes de irme a Inglaterra.

Se desajusta la corbata y la lanza sobre el sillón, se acerca al mueble de las bebidas, me ofrece un poco en un vaso de cristal, se sirve otro para él, se hace señas que le siga, cruzo la gran sala y llego a las puertas gigantes de cristal, es la terraza. Levanto ambas cejas al ver lo sencillo y elegante del lugar.

     —Vaya, es bonito. —él da las gracias. Tomo lugar en el sillón de una segunda sala, se recarga en su lugar y da un sorbo. —Bueno, no tengo mucho tiempo, di lo que quieres aclarar. —deja su bebida y me mira detenidamente.

     —Es Molly.

     —Lo supuse. —contesto, luego doy un trago a mi bebida.

     —Ella no es quien tú crees, Henry. —eso me sorprende.

     —Creo saberlo. Me lo ha dejado dos veces muy claro.

     —Es más que una asistente personal.

     —Lo sé, Sebastian. —empiezo a irritarme más de lo que ya estoy. Lo miro cuando baja la mirada a su bebida, es una mirada extraña. — ¿Acaso estás enamorada de ella? —Sebastian levanta la mirada bruscamente.

     —No. No. —su cara se contrae. — ¿Por qué dices eso? Molly para mí es como...—detiene sus palabras como si buscara una en particular. —...es como una hermana menor. Nuestro abuelo la apreció y la quiso mucho, Henry. —sus ojos azules me miran. —Ella le tocó estar cuando ninguno de los dos estuvimos ahí. Es por eso que la aprecio, la quiero y la valoro. —Me quedo atónito a lo que acaba de decir.

     — ¿A qué te refieres que le tocó estar cuando ninguno de los dos estuvo ahí? —él se tensa. Algo me oculta, conocía lo suficiente a mi hermano menor, es demasiado transparente para el mundo y es algo que tenía sus desventajas.

     —Luego te contaré. —da un último sorbo a su bebida. —Molly se mudará a casa de nuestro abuelo, la última que habitó que es la que le cedió en el testamento. —arrugo mi frente.

     — ¿Y a mí que me dices? No tengo interés en saberlo. —desvío la mirada, el solo pensar que mi abuelo le ha dejado muchas cosas, los malos pensamientos no dejan de atormentarme. —Quiero saber tres cosas nada más sobre ella. —Sebastian levanta su mirada.

     — ¿Por qué le ha dejado tanto a una empleada? —Sebastian muestra una sonrisa sincera.

     —Por qué le ha entregado los mejores casi cinco años de su vida a la empresa, sabes que nuestro abuelo sabía recompensar todo esfuerzo y eficacia. Molly...—se le escapa una risa discreta como si recordara una escena—...ella cuando sufría de algún resfriado o gripe, ella misma se inyectaba para no faltar a su puesto, en una ocasión se le quedó la aguja en su trasero, recuerdo que reía y lloraba al mismo tiempo, me tocó ayudarle a retirarla, durante una semana estuvo sentada sobre su trasero del lado izquierdo, y cada vez que cruzamos miradas, ella se ponía como un tomate, súper roja, decía que nadie en su vida le...—se detuvo, no pude evitar sonreír en la forma que lo estaba contando, estaba carcajeando. —Ella aun así con dolor, a pesar de la pena de mi ayuda, ella siguió con su frente en lo alto, profesional... si te contara las demás, te quedarías sorprendido. —cierta parte de esta plática acerca de ella, me molesta. Es como si yo debiera saber también detalles, es extraño de explicar.

     —Bueno, la segunda, ¿Qué nivel de relación tenía ella con nuestro abuelo? —Sebastian se limpia las lágrimas de la risa de momentos atrás, intenta respirar estable.

     —No había un nivel. Ellos simplemente congeniaron, en ella se reflejó una nieta que nunca tuvo. —por un momento siento alivio, no había esa relación de hombre y mujer, no había una relación de amantes ni nada, cierro mis ojos y niego para mí mismo, ¿Cuándo dejarás de ver lo peor en las personas, Henry? Eso es lo que mi abuelo me había dicho aquella noche antes de dejar todo para irme a Inglaterra. —Pensé...—Sebastian me interrumpe.

     — ¿Creías que había otro tipo de relación? —asiento, avergonzado.

     —Todo apuntaba que era algo más...—Sebastian no dice nada, pero puedo ver tensa su mandíbula.

     —Las apariencias engañan, Henry.

     —Y ya por último para irme, ¿Es cierto que se va a casar? —Sebastian abre sus ojos como platos. Arruga su frente y tuerce sus labios.

     — ¿Qué? ¿Molly? —asiento, intrigado.

     —Ella dijo que tenía prometido o algo así...—me paso ambas manos por mi rostro, estoy tenso. Miro a Sebastian que sigue sorprendido.

     —Tengo entendido que no tiene ni novio. Le han salido pretendientes en la empresa, pero ella simplemente los descarta, es como si esperase a alguien más. —Lo miro, más curioso.

     — ¿Por qué lo dices? —Sebastian sonríe.

     —No sé, ya sabes, las mujeres esperan al famoso amor de su vida.

     —Bueno, tengo que irme. —Sebastian se levanta al mismo tiempo que yo.

     —Te pido de la manera más amable, que trates bien a Molly. Por cierto, ¿Qué hacías en su casa a horas no laborables? —Me tenso, intento mentir, pero soy bastante malo.

     —Hubo un malentendido, bueno, dos. Y quise disculparme personalmente.

     —Oh, ¿Entonces te vas a ir a Londres? —su pregunta me toma desprevenido. Pienso por un momento las palabras de ella, de los deseos de mi abuelo.

     —No lo sé. Por mientras, me quedaré unos días más para saber qué es lo que voy a hacer.

     Paso la tarjeta por el lector y la puerta se abre, cuando entro, Alexandra está sentada en el brazo del sillón, de brazos cruzados, puedo notar la molestia en ella.

     — ¿Qué ha pasado que llegas tarde? ¿Sabes la hora que es? —dice en un tono molesto.

     —Sí, lo sé, —me desajusto la corbata y la lanzo en la mesa del recibidor, también las llaves y la tarjeta.

     — ¿Henry? —se acerca y me olfatea, lanzo mi cabeza hacia atrás, ya tenía bastante por el día de hoy. — ¿Estás tomando? ¡Tú no tomas! ¿Cuándo has empezado? —exige respuestas.

     —Desde que mi abuelo ha muerto. —contesto con sinceridad. La esquivo y me voy directamente a la habitación, escucho como viene detrás de mí.

     —Eso no es pretexto. Tú no tomas nada de alcohol. —suelto un suspiro cargado de frustración.

     —Lo sé, créeme. —encuentro mi pijama, encuentro mi toalla y camino directamente al baño, Alexandra me alcanza del brazo.

     — ¿Qué pasa? ¿Dónde has estado? ¿Sabes lo molesta que estoy? —la miro a los ojos, sé qué está molesta, pero es imposible hablar en este estado, sé qué terminaremos molestos, yo durmiendo en el sillón…

     —Estaba con Sebastian. —ella detiene sus próximas palabras.

     —Oh, ¿Y eso? ¿Ya se reconciliaron? —ella pregunta realmente interesada.

     —Sí. Por eso es que me he tardado. —ella suaviza su rostro.

     —Y… ¿En que quedaron? —me tenso, el dolor de cabeza sigue donde siempre, acechándome.

     —Pues que nos quedaremos unos días más y…—Alexandra me interrumpe.

     — ¡No! Yo quiero que regresemos, tenemos una vida en Inglaterra, Henry. —sus palabras me irritan.

     —Lo sé, Alexandra, pero necesito primero arreglar la situación en la empresa.

     — ¡Déjaselo todo a Sebastian! ¡Ya es hora que tome presidencia! —abro mis ojos un poco más, con sorpresa.

     —Déjalo, no me pondré a discutir de nuevo este tema. —Ella arquea una ceja, se cruza de brazos y puedo notar más la molestia.

     —No puedes dejar tu vida solo para cumplir un sueño que no es tuyo. —son las mismas palabras que he dicho a Sebastian, palabras que ahora Alexandra ha sacado de su boca. Levanta su dedo anular. — ¿Y cuándo me darás mi anillo? Has pospuesto eso cuando viajamos hacia acá, ¿Los planes de la boda? ¿Cuándo? ¿O ya no te quieres casar conmigo? —Cierro los ojos por un momento.

     —Hablemos mañana. No tengo ánimos de discutir de nuevo. ¿Sí? —Ella no dice nada y sale de la habitación dejándome solo.

     Siento como el agua cae por mi cuerpo desnudo, dejo las manos contra el azulejo frente a mí, inclino mi cabeza y mi mente recrea de nuevo los momentos que he tenido con Molly desde que he llegado, cierro los ojos y niego, ¿En qué momento ha pasado? Pensé que era pasajero, que las llamadas que hacía en las mañanas solo para escuchar la melodiosa voz de una mujer que no conocía en persona, pasaría, dejaría de fantasear con ella. Pensando que era una locura, me centré en Alexandra, ella era real, ella estaba ahí. La imagen del rostro de Molly aparece de nuevo en mi cabeza, sus ojos, un azul con motes verdes, sus labios rosas y entreabiertos, su pecho subiendo y bajando, su respiración agitada y sus pezones erectos, debajo de aquella tela. Dios, ella me tienta sin saberlo, ¿Cómo reaccionaría si le contara que fantaseaba con su voz en mi intimidad? Qué provocaba cada mañana una grande erección contra mi pantalón al escucharla decirme… “Buenos días, señor Goldberg”. Dios, abro los ojos y mi erección crece, estoy a punto de masturbarme debajo del agua, pero Alexandra se adelanta, rodeándome por la espalda.

     —Te perdono. —susurra contra mi piel húmeda.

     — ¿Por qué? —pregunto confundido.

     —Por no prestarme atención, pero si lo que quieres son unos días en la ciudad para arreglar tus asuntos de la empresa, tómalos, aprovecharé para ver los vestidos de novia, incluso, me llevaré a la asistente de presidencia para que me ayude. —la erección ha bajado, me vuelvo hacia ella que está desnuda y muestra una sonrisa.

     — ¿A Molly? ¿Qué tiene que ver Molly con esto? Ella es de la empresa. —ella arquea una ceja.

     — ¿Te molesta? —tenso la mandíbula, este juego termina en estos momentos.

     —No me molesta, lo que me molesta es que quieras inmiscuirte con una persona que nada tiene que ver con nuestras vidas fuera de Empresas Goldberg, ¿Qué es lo que tramas? ¿Averiguar cosas de Sebastian? —ella abre sus ojos con sorpresa.

     — ¿Cómo? Yo…—ella tartamudea.

     —A Sebastian déjalo en paz. Si vas a convencerlo de que tome él la presidencia no es necesario que lo hagas. Él lo hará cuando se solucione nuestros asuntos en la empresa.

Salgo de la ducha desnudo, dejándola sola bajo el agua.

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