Había amanecido ya, sentí la mano de Alex acariciando mi rostro, sonreí y abrí los ojos para encontrarme con los suyos que me observaban intensamente. Recorrió su pulgar desde mis pómulos hasta mi barbilla.
—Buenos días—depositó un tierno beso en mis labios antes de contestarme.
—Muy buenos días.
Me acurruqué contra su pecho y acaricié su perfecto dorso, cerré los ojos y respiré hondo.
—No me dijiste cómo encontraste este lugar ¿te lo dijo mi hermana?
—No, fue tu cañado.
—¿Iván? —lo miré algo sorprendida &mda