Capitulo Diez

¡Oh dios mío! ¿Cómo me libero de la bestia si sus garras son mi deleite? He conocido la tentación y muero por pecar.

Atenea

Quedo congelada al escuchar su declaración, es un descarado, un sin vergüenza, pero quizás también yo sea culpable de su desfachatez. No debí atreverme a tanto, mi intención era hacerlo sentir incómodo a él, no a mí misma. Es claro que no poseo las herramientas para continuar con el juego que yo misma inicie, siento que la cara me ardo y mi centro hormiguea sin parar.

En silencio llegamos al café donde solía venir con mi papá cuando se tomaba un descanso para estar conmigo, en realidad yo siempre aparecía en su oficina para sonsacarlo y hacer que dejara todo tirado por un rato. Suspiro inconscientemente antes de entrar y si premeditarlo viro la mirada hacia la mesa que normalmente ocupábamos, pero no está vacía, dos mujeres la comparten mientras conversan animadamente.

—Tomemos asiento en esta mesa —dice mi esposo sacándome de mis pensamientos.

Es la mesa más vis
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