Capítulo 507
Un absoluto silencio reinaba en la oscuridad de la noche. El viento soplaba suavemente afuera de la ventana, haciendo que las ramas de los árboles se movieran graciosamente. Las pesadas cortinas bailaban al ritmo del viento.

En abril, ya no hacía tanto frío. El viento nocturno entró desapercibido en el pabellón, llevando consigo un olor a medicina.

Isabel se había despertado, pero no quería enfrentarse a Andrés. Dirigió la mirada hacia la ventana y observó cómo las cortinas se ondeaban, diciendo:

—Ya te decidiste abandonarme, ¿por qué sigues quedándote aquí? Vete, no necesito que cuides de mí.

Andrés recogió con cuidado las tabletas de medicinas que desprendían un olor muy desagradable de la mesita de noche. Al escuchar sus palabras, las dejó de nuevo y levantó la muñeca, echando un leve vistazo al tiempo mientras decía:

—Bien. Son las doce y doce de la noche. Te daré diez minutos para que te calmes y tomes una decisión. Después entraré.

—¡Andrés! —Isabel lo llamó apresuradamente.

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