Odiaba mentirle a mi hijo, pero no quería que se asustara o le temiera a Ethan. Él debía sentirse a salvo. Y además quería mucho a su padrastro y no quería robarle eso. Así que unos días después, cuando mi rostro comenzó a sanar y el maquillaje arregló lo que aún seguía mal… por fin salí de la habitación. Justo a tiempo para terminar con los preparativos de su noveno cumpleaños.
—¿Ya te sientes mejor mami? —preguntó entusiasmado mientras se abrazaba a mi cintura.
—Sí cariño. Estoy mucho mejor. ¿Me extrañaste? —dije sentándome a la mesa para el desayuno.
—Claro que sí. Pero papá dijo que te dejara descansar.
—Me ayudó mucho.
—¿Ves Noah? Solo necesitaba descansar un rato —agregó Ethan desde la punta de l