Dulces 16

—¿Cómo te llamas? —preguntó una voz a mi espalda. Me giré a ver de quién se trataba, no lo reconocí.

—Soy Emily ¿Y tú? —pregunté tragando saliva. No esperaba su cercanía. Estaba invadiendo mi espacio personal y me sentí acorralada entre su fuerte cuerpo y mi casillero.

—Jacob, ¿puedo acompañarte a tu casa? —preguntó para mi enorme sorpresa.

—Si quieres…

Caminamos lento hasta llegar a mi hogar, me contó de su vida y yo de la mía. Nuestros padres habían resultado ser amigos, y era uno de los visitantes habituales en mi casa. Teníamos más cosas en común de lo que creíamos en un principio.

Al llegar al porche no nos despedimos, nos sentamos y continuamos conociéndonos, intercambiando opiniones sobre bandas de música que nos gustaban y cosas que nos interesaban.

Poco a poco comenzamos a pasar más tiempo juntos, hasta que finalmente me besó. Para mí era la primera vez que alguien lo hacía, él tenía experiencia, pude notarlo de inmediato. Su beso fue seguro y nada tímido. Sus labios se cerraron en torno a los míos y no tuve más remedio que abrir la boca y albergar su lengua, se sintió bien. Creí que a alguien en el mundo le importaba. Ya no me parecía estar sola. Sus manos se aferraron a mi cintura y acarició mi espalda.

Durante un tiempo, lo único que hacíamos era besarnos y acariciarnos. Luego sus manos comenzaron a exigirme más y más. Ya no le bastaban mi espalda o mi pelo.

Y se aventuró a acariciar mis pechos por encima de mi remera. Al principio me resultó algo incómodo, pero luego, yo también quise más. Mi trasero fue su siguiente víctima. Y finalmente me tomó por el pelo y me agachó hasta su entrepierna. Lo miré confundida.

—¿Qué esperas que haga? —pregunté como una idiota, claro que sabía qué quería, pero el temor me invadió.

—Merezco algo de tu cariño, ¿no?

—Sabes que te quiero Jacob.

—Demuéstramelo.

Inspiré hondo y me llené de valor, no tenía ni la menor idea de lo que debía hacer. Había hablado con mis amigas de sexo, pero no era lo mismo, ahora que tenía que hacerlo.

Con dedos temblorosos bajé su cremallera y luego su vaquero. Comencé a acariciarlo por encima de la ropa interior, mientras él gemía.

—Vamos, hazlo.

—No sé cómo…

—Yo te guío —dijo y sacó su miembro. Mi primera sensación fue de asco. Me resultaba absolutamente asqueroso pensar en tenerlo en la boca. Pero él, sin poder esperar más, volvió a tomarme del cabello y me acercó a su pene.

—Abre la boca y chúpalo como si fuera una paleta, no es tan difícil.

Lo hice y aguanté la respiración. Una vez que estuvo entre mis labios, una arcada me invadió y él se rio.

—Puedes hacerlo mejor. Vamos —volvió a insistir.

Repetí la acción y luego lo lamí como si fuera una paleta. A él pareció gustarle lo que hacía y su respiración comenzó a agitarse. Unos minutos después su cuerpo comenzó a temblar y un líquido tibio y salado me inundó la boca. Salí corriendo al baño y lo escupí en el inodoro. Me la enjuagué y luego cepillé mis dientes. Finalmente, el sabor se había ido.

Cuando volví a la habitación, él estaba recostado en mi cama con una amplia sonrisa de satisfacción y yo me sentí mejor de haber conseguido que la pasara bien.

Por un tiempo se conformó con eso. Continuamente me decía que quería que selláramos nuestro amor; sexo, por supuesto. Pero aún no estaba lista para eso.

Una noche mientras estaba encerrada en mi habitación escuchando música, golpearon mi puerta.

—¿Quién es? —pregunté desconfiada. Jamás nadie subía a molestarme.

—Soy yo. Ábreme.

—¿Qué haces aquí Jacob? —pregunté sorprendida al verlo tan tarde en mi casa.

—Vine a verte tonta ¿Qué crees? —dijo mientras entraba a mi dormitorio.

—¿Mi padre está?

—Sí, él me abrió, bueno más bien le abrió a mi padre, y yo me colé a tu habitación. Pero antes me traje esto —dijo mientras se sentaba en la cama y sacaba de su bolsillo un pequeño papel de aluminio. Era heroína, la conocía bien. Jamás la había probado, aunque convivía con ella. Mis gustos hacia las drogas se reducían a marihuana y cocaína, esta última, solo cuando necesitaba con desesperación olvidar quién era.

—¿Se lo sacaste a mi padre?

—No, se la compré —ya nada me asombraba de Hank, pero venderle a mi novio, era un nuevo récord en su marcador personal de padre del año.

—No sé si quiero hacerlo…

—Bien, no lo hagas, más para mí —volvió a meter su mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó de él un pequeño envoltorio. De éste tomó una cuchara, un mechero y una jeringa. Puso un poco de polvo sobre la cuchara y la calentó hasta que se volvió líquida. Luego llenó la jeringa y me pidió que lo inyectara.

—Vamos, hazlo. Si me amas lo harás por mí —dijo ofreciéndomela. Mordí mi labio y finalmente di un paso hacia él. Tomé su brazo y enrosqué una banda elástica, su vena rápidamente resurgió y clavé la jeringa en su piel. Cerró sus ojos y dejó caer su cabeza hacia atrás.

—¿Segura que no quieres un poco? Nos divertiremos juntos. Vamos —dijo luego de unos minutos de silencio.

—De acuerdo. Hagámoslo —respondí finalmente, luego de pensármelo unos segundos. Repitió la acción y cuando todo estuvo listo él me inyectó a mí. La sensación fue increíble. Al primer contacto una oleada de bienestar me alcanzó, como si todo en el mundo estuviera bien. Un cúmulo de emociones, una especie de euforia, alegría… la boca se me secó y el cuerpo pareció pesarme una tonelada.

Jacob comenzó a besarme desesperadamente, sus manos viajaban por mi cuerpo sin ningún remordimiento. Y cuando me di cuenta, ya estaba completamente desnuda al igual que él.

—Hagamos el amor —dijo y se colocó un condón. Asentí presa de las sensaciones.

Lo sentí acomodarse entre mis piernas y ejercer presión contra mi vagina. Pero mi cuerpo estaba algo lento y más relajado que de costumbre, por lo que no tardó en introducirse en mí. Una nueva sensación de irritación, ardor y dolor se alojó en mi pelvis. Pero apenas si podía levantar los brazos para tocarlo. De a poco comenzó a tomar un ritmo más parejo y finalmente su cuerpo tembló y luego salió de mí.

—¿Lo disfrutaste? —preguntó al segundo. No estaba muy segura de haber estado presente, así que solo asentí. Y me dejé llevar por el adormecimiento que me abrazaba.

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