CAPÍTULO 46

Marisa lo pensó un poco. No es que esa fuera la sala más concurrida, de hecho, servía más tiempo como comedor de empleados que de otra cosa y, por su gran tamaño, casi parecía un desperdicio. De hecho, en un par de ocasiones, ella había pensado en transformar ese espacio, pero nunca encontró nada bueno para hacer en ese lugar.

—No sé qué tan buena idea sea un restaurante en la entrada de la torre —declaró Marisa, que no se negaba aún, pero sopesaba las implicaciones.

—Es comida saludable —señaló Karina—, nada frito y pocas cosas cocidas. En realidad, son más frutas y verduras que otra cosa, así que no habría olores muy escandalosos. Y, si no te molesta, podríamos pintar estos cristales para que no se vea de un lado a otro, incluso podríamos sellar esta puerta para que no haya acceso de un lado al otro tampoco.

Marisa miró el lugar, porque ya estaban en él, y caminó imaginando lo que la otra iba señalando.

» Sería bueno poder acceder desde aquí al tercer piso, así se notaría que todo e
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