Andrea tenía sueño, sueño y frío, y solo sabía que era de noche todavía por el trocito de cielo negro que veía a través de su ventana. Pero apenas asomó la primera luz cuando la puerta de su celda se abrió.
—Vamos fuera. Hora de irte —dijo la guardia y Andrea se restregó los ojos sin comprender. Za