Capítulo 124
Rizzuto abrió su computadora de nuevo y revisó su cuenta, a la que había ingresado en el acto todo el dinero.

Parece que usted es un hombre muy determinado, señor Keller.

—Así es.

—¿Necesita alguna garantía? ¿Una parte del cuerpo, quizás? —preguntó el viejo con frialdad.

—Me basta con su palabra
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