Capítulo 4: Un encuentro peculiar.

Corrimos, aunque no sabíamos a dónde íbamos, hace mucho que no andábamos por estas calles y no me iba a ir a meter a mi casa, ella tampoco recordaba la dirección de la suya.

Escuchamos otro estruendo, habían forzado la cerradura de la puerta con un disparo, ¿Por qué no se pueden dar vencidos? ¿Qué hice yo para merecer esto? Nada, no hice nada, pero la ambición de mi tía va más allá de los límites legales que le dejó mi padre, por eso hace todo esto, conmigo muerta tendrá todo para ella sola.

— ¿¡Dónde carajos estás!? — preguntó un hombre. Se escuchaba bastante enojado, seguro perdería todo el dinero que le ofreció aquella mujer que se hizo llamar, alguna vez, mi familia.

— Me ves cara de adivino, imbécil. ¡Tenemos que encontrarla como dé lugar! — apareció el acompañante. De pronto, se me ocurrió un lugar donde escondernos, la casa de Julián podría ser nuestra salvación.

— Ann, mírame. — le dije cuando me di cuenta de que estaba tirada en el suelo, a punto de entrar en una crisis de pánico. — Sé dónde podemos escondernos, pero queda muy lejos de aquí, tenemos que hacer un esfuerzo muy grande para que no nos vean. — mencioné.

— Es—est—está bi—en. — dijo ella tartamudeando, nunca la había visto así, se supone que ella es la mujer que tiene la sangre lo suficientemente fría para la calma en momentos como este, ¿No?

Caminamos por un callejón que daba a la próxima calle, en todo momento nos mantuvimos en las sombras de los faros, ocultas en la mayor oscuridad posible, esos matones a sueldo aún se encontraron cerca, buscándome.

A lo lejos divisé una moto, hace algunos años tuve una, no me acuerdo mucho de cómo manejarla, pero es obvio que a pie no llegaremos nunca, era la única salida para salir de esta encrucijada.

— Allí está nuestra salida. — mencioné. — Pero tenemos que cruzar la calle. — agregué sabiendo lo que eso significaba.

— Nos expondremos a la luz de los faros, pueden vernos. — respondió mi amiga. Asentí y puse una mano en su hombro.

— Tranquila, no te quieren a ti, concluye a matarme a mí. — mencioné para tranquilizarla, aunque no podía garantizar completamente que estaba a salvo, después de todo, sería un testigo potencial.

Cruzamos la calle corriendo, un nuevo disparo se escuchó, la noche estaba completamente en silencio provocando que aquel ruido se escuchara en eco por las calles de este lugar.

— ¡Súbete rápido! — mencioné a mi amiga, de verdad ejerció que salir de este lugar.

Traté de encender la llave, pero la m*****a cosa no quería encender, no entendía que pasaba, pero lo volvía a intentar una y otra vez, ¿Por qué está pasando esta m****a? ¿Por qué ahora?

— ¡Aquí está la muchacha! — gritó uno de los hombres llamando al otro, luego un disparo que dio contra un contenedor de basura frente a donde nos encontrábamos, los hombres se acercaban rápidamente y nosotras seguíamos en aquel mismo lugar deplorable ya punto de morir debido a una injusticia.

La motocicleta encendió y salimos de aquel lugar antes de que nos asesinaran, parecía de película, aunque no era así, otro disparo se escuchó, miré por el espejo retrovisor y era un auto, en el asiento del copiloto venía uno de los hombres, disparando, traté de acelerar, pero lamentablemente, si lo hacía, podía perder el control de la moto.

— Trataré de perderlos, ¿Vale? — mencioné casi en un hilo de voz, todo esto me estaba consumiendo por dentro, pero no tenía opciones, no podría detenerme en este momento o sería nuestro fin. — Saldremos de esto, Anastasia. Te lo juro. — mencioné nuevamente.

La noche seguía avanzando a paso lento, pero ya gracias a dios, había perdido a aquellos delincuentes, podíamos viajar calmadas hasta llegar a la casa de Julián, quien espero, nos dé una mano.

Bajamos de la motocicleta, Ann iba detrás de mí, todo parecía en perfecto orden, la casa era tal cual la recordaba, solo que ahora, se encontró un poco, apagada, recordaba muy bien a la madre de Julián, era una mujer muy alegre, siempre tratados de que su casa se viera igual de llamativa.

— ¿Qué sucede? — preguntó mi amiga detrás de mí, encogí mis hombros.

— Nada, solo algunos recuerdos. — respondí a su pregunta lo más sinceramente posible. — ¡Julián! — grité. — ¡Julián abre la puerta, por favor! Unos hombres nos están buscando. — grité nuevamente, pero parecía que nadie abría, una luz se encendió dentro de la enorme casa provocando un hilo de esperanza en mi corazón. — Julián por favor, ábrenos la puerta. — Volví a mencionar.

Detrás de nosotros una nueva luz se encendió, era aquel auto, nos ha estado siguiendo todo este tiempo, acechando, esperando a que nos detuviéramos, que eran inteligentes.

— ¡Julián, no hay tiempo, ábrenos de una vez! — grité nuevamente, esperando que él se apiadara de nosotras y abriera la m*****a puerta para darnos refugio. La puerta se abrió, la luz segó un poco mis ojos, escuché un disparo y me tiré al suelo, luego de esos llegaron dos más, lo único que esperaba era que esos dos hombres llegaran pronto a acabarme, a terminar la tarea que mi tía les había encomendado, pero eso no pasó.

— Levántate niña. — apareció un hombre, abrí los ojos, lo primero que apareció en mi campo de visión fue una mano, su mano, me la estaba brindando para poder levantarme del suelo.

— Eso—esos ho—ombres quieren asesinarme. — terminé de decir con mucha dificultad.

— Ya no serán un problema. — dijo. — ¡Antonie! — llamó a alguien del interior de la casa, tenía un acento extraño, pero no logró reconocerlo. Aquel hombre llegó. — Quiero que te encargues de los cuerpos, desaparécelos o tíralos en cualquier esquina, tú sabes perfecto que hacer. — decimos nuevamente.

Miré a la dirección donde los había visto hace algunos minutos y estaban tirados en el piso, con un charco de sangre a su alrededor, por un momento me sentí feliz, ellos por nosotras, y fue ahí que me percaté.

— ¡Anastasia! — grité cuando también la vi en el suelo, emanaba sangre de su boca, busqué por todo su cuerpo y una bala había ingresado por su abdomen, quien sabe que perforó aquel disparo. — ¡Haz algo! — le grité al hombre que me había salvado la vida.

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