Capítulo 3: Un enfrentamiento: Una huida

Llegamos donde el «coyote», como le gustó que le dijeran, el traficante de armas más grande del mundo, y qué, de casualidad, mi familia hace los mejores tratos con él. Sonreí cuando entré en su casa, cómo siempre, estaba comiendo solo en su comedor, se caracteriza por ser un amargado de m****a, yo lo soy, pero él me supera.

—Te dijo que nadie puede entrar aquí. Menos cuando estoy comiendo. —dijo aquel hombre que estaba sentado, yo era igual a él, eran contadas las personas que se sentaban a comer conmigo, no le daba esa libertad a cualquiera, sin contar el hecho de que Antoine toda una vida ha estado a mi lado y solo un par de veces se ha sentado en la mesa conmigo.

—No soy ninguna persona. —mencioné apareciéndome en su campo de visión, uso el mismo carácter endemoniado y es que su padre hacía tratos con el suyo, Aleric por otro lado, no era de la clase de persona que solo le interesan negocios, no le importa con quién está tratando, no cambiará su actitud.

—A mí no me importa si eres un Petrov o si eres un mismísimo miembro de la Yakuza, no me gusta que nadie entre a mi casa, y mucho menos sin mi permiso. —respondió—. Pero ya que estás aquí, desembucha, ya arruinaste mi comida.

—Mira, maldito imbécil, este asunto es serio y me vale la misma m****a si te molesta que esté aquí o no, vengo a hacer negocios, no vengo a hacer vida social. —mencioné sonriendo de mala gana, estaba emputado y es que tenemos un carácter tan similar que nos molestamos a nosotros mismos—. Y si tanto te molesta mi presencia, podemos agarrarnos a los puños aquí mismo. —agregué nuevamente poniendo ambas manos encima de su mesa, quedando frente a frente.

—No estoy para tus juegos niñato. —apareció poniendo su mano en la pretina de su pantalón mientras me miraba seriamente, sabía exactamente qué haría, así que hice lo mismo, no nos demoramos en sacar nuestras armas y apuntarnos directamente a nuestros cuerpos, desde afuera apareció Antoine y el jefe de seguridad de Aleric, mal día para no tener seguridad extra.

—¿Crees que yo sí? —respondí con altanería en medio de una sonrisa—. Ahora dime, ¿Vamos a negociar? —esperé que asintiera, si no esto se volvería en un maldito duelo, donde yo tenía la completa desventaja porque él sabía perfectamente el lugar en que se encontró, mientras que yo ni idea.

—Baja el arma, muchacho. —mencionado desde atrás el padre de Aleric—. No tuve problemas con el infeliz de tu padre, menos los tendré contigo. Sé que ustedes son buenos amigos, pero tienen un carácter de m****a, tan irritables ambos. —añadió sonriendo de lado. Me acerqué para sentarme en su mesa y tratar los temas que usaron que negociar, pero Aleric habló.

—En mi mesa solo se sientan las personas que estimo y creo de confianza, detrás de eso, solo yo. —añadió sonriendo—. Tú dejaste de serlo cuando decidiste acostarte con la chica que se iba a convertir en mi futura esposa. —dijo.

—Bueno Aleric, te he dicho que ella no me dijo en ningún momento que estaba comprometida, no es mi culpa que pasase aquello, ya deja la prevención, me interesa más con vida que bajo tierra. —respondí sonriendo mientras pasaba la lengua por mis dientes en medio de una sonrisa—. Necesito armas, de distintas clases, rifles francotiradores, armas de disparo rápido, de corta distancia, necesito armarme hasta los dientes para lo que tengo planeado hacer. —mencioné nuevamente.

—No hemos hablado de cantidad y ya me parece que necesitaré tiempo, no puedo conseguir lo que me pide de un día a otro, sin contar que tengo «encargos» antes de los tuyos. —respondió el padre de Aleric, sabía lo que quería, en este mundo nada funciona sin el dinero suficiente.

—¡Me importa un carajo! Te pagaré lo que deseas por traerme ese cargamento lo antes posible, tú solo pones un número y yo te lo daré, sabes que ese no es problema para un Petrov. —agregué. Él me miró y luego volvió a sonreír.

—Vse v poryadke (Está bien). —respondió. Estrechamos nuestras manos para cerrar aquel trato y luego salí de su casa y me dirigí directamente a la mía.

Antoine me miró desde el espejo retrovisor, sabía que tenía una duda, sin embargo, no era capaz de preguntarla, siguió así por una gran parte del camino hasta que decidió sacarle lo que tenía atorado.

—Dime, ¿Qué te aqueja tanto? —preguntó mirándolo fijamente.

—Señor, no quiero parecer un débil o un idiota, pero solo somos usted y yo, en cambio ellos son cientos, y las armas que encargó también fueron cientos, como para armar un batallón, el que no tenemos. —dijo.

—No te preocupes. —respondí—. Ya conseguiremos a los hombres, por dinero y muchos podrían vender hasta a su madre. —agregué.

Seguimos nuestro camino en silencio, inevitablemente pensé en aquella chica, hoy, donde llegó su carta, había pensado más en ella, sus palabras llegaron a mi mente cómo si las hubiera aprendido de memoria, y tal vez, así haya sido, pero no quería admitirlo.

Tal vez… Tal vez se le aparecerá ¿Será por mi casa una vez todo su encierro terminar, como lo mencionaba en su carta, solo sí la dirección era la correcta, si no, solo habré parecido un imbécil creyendo algo que no era? Deseaba verla, conocerla, algo en su forma de escribir provocaba un sentimiento en mí que nunca había experimentado, pero sabía que era una rata igual que yo y que nada bueno sale al mezclar m****a con m****a.

Entramos en la mansión, busqué en el periódico, siempre hay gente necesitada que ofrece sus servicios, además de mandar a Antoine a buscar gente en los barrios más apartados de la ciudad, solo esperaba poder encontrar mi ejército y poder acabar con todas esas escorias que quedaron usurpando mi trono en Rusia.

Moscú es mi tierra y ni el diablo se atrevería a tratar de sacarme de ahí, estos pobres infelices no tienen idea con quien se metieron. Sonreí diabólicamente, era algo que hacía cuando pensamientos asesinos se apoderaban de mi mente, y en eso, soy muy creativo.

Ivonne Wilson

Solo tengo que pasar este día, solo este, al amanecer de mañana sería libre, por fin podría irme de aquí, tomaría lo que me pertenecía y me iría lo más lejos posible de mi tía, no quiero permanecer al lado de la mujer que acabó con mi familia.

—Mañana por fin nos iremos de esta m****a. —mencioné sonriendo, mi amiga estaba al lado con una sonrisa en su rostro, sabía lo que significaba, se vendría conmigo, dejaría todas estas condiciones deplorables y se vendría conmigo en busca de algo mejor.

—Tienes razón, tantos años de espera por fin habrán valido la pena. —respondió ella sin dejar de sonreír.

Claro que sí valieron toda la m*****a pena, no podía con la felicidad que invadía mi ser, pero, aun así, creía que Anastasia estaba aún más contenta, es que sus ojos brillaban con solo mirarla.

Pude dormirme pasada la medianoche, esperaba con ansias que las horas pasaran lo más rápido posible, pero al rato me despertó Anastasia, no sabía que quería, pero era algo malo, lo podía traslucir en su semblante.

—¿Qué sucede? —preguntó curiosa, seguro había descubierto algo, esas malas costumbres de pasear por las penumbras de la noche.

—Hay unos hombres afuera que preguntan por ti y no tienen pinta de ser amigos. —dijo—. Tenemos que irnos rápidamente, creo que tenías razón cuando bromeabas acerca de tu tía y enviar matones. —dijo en una media sonrisa.

—No creo que haya caído así de bajo. —mencioné, aunque sabía de los alcances de aquella mujer, después de meterse con su cuñado o dejar que mi madre la viera revolcándose con mi padre, es capaz de cualquier cosa.

—Tenemos que salir de aquí, Iv. —dijo Anastasia, así me llamó algunas veces, me levanté y coloqué zapatillas, las demás cosas quedarían aquí, no usaría tiempo para llevarnos más cosas con nosotras.

—Te sigo, Ann. —respondí, también yo acorté su nombre, supongo que después de muchos años de amistad nos sentimos con libertad de hacerlo.

—Vámonos. —salimos con mucho cuidado de la habitación, pero antes dejamos unas almohadas para simular que seguíamos en la cama.

Salimos por un pasillo secundario que daba a la cocina, se suponía que no debíamos usar, pero era una forma fácil para salir más rápido de las habitaciones, de pronto escuchamos dos estruendos, nunca había escuchado un disparo, pero parecía que eso era, así que me asusté.

Me detuve, el miedo se apoderó de mi cuerpo, pero Ann me tomó el brazo y jaló de el para que pudiéramos seguir avanzando.

Quería pensar que todo saldría bien, de verdad, pero si ya habían disparado se habían dado cuenta de que en las camas solo había algunas almohadas. Estaba completamente oscuro, parecía que mi tía había atinado la noche en la cual se rompió de mí.

La puerta no abría, estaba cerrada con llave, como si supieran que íbamos a escapar, pero no nos rendiríamos, trataríamos de salir cómo si fuera lo último que haríamos, que ahora, era una opción.

—Mierda. —Anastasia destacó, ambas estábamos completamente asustadas, y ese sentimiento solo aumentó cuando escuchamos pasos viniendo hacia la cocina. Cerramos la puerta con llave y tratamos de abrir la puerta nuevamente, pero nada resultó, Ann no pudo con la presión y tomó una silla con la que, después de varios intentos, se rompió, salimos de ahí con algunas astillas de vidrio pegadas en las y muñecas, pero ninguna la suficiente profundidad para lastimarnos más de la cuenta.

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