El corazón de Ximena se apretó de repente, se sentó rápidamente y gritó nerviosa:
—¡Alejandro?
Alejandro movió ligeramente las cejas fruncidas.
Viendo que aún estaba consciente, Ximena lo llamó rápidamente dos veces más,
—¡Alejandro? ¿Puedes oírme? ¡Respóndeme!
Alejandro movió los dedos unas cuantas veces y con dificultad abrió los ojos.
Al ver que Ximena estaba a salvo, la preocupación en sus ojos gradualmente desapareció.
—Deja de llamarme, no estoy muerto...
Al escuchar la respuesta, las lágrimas de Ximena cayeron sin control, y preguntó con voz entrecortada:
—¿No te dije que no vinieras? ¿Por qué no me escuchaste?
Alejandro, con una sonrisa amarga, con voz baja y ronca, respondió:
—No puedo soportar verte desaparecer frente a mí por segunda vez...
Ximena se quedó atónita, su corazón se detuvo por un momento ante esas palabras.
Cuando volvió en sí, limpió las lágrimas de su rostro y extendió la mano para ayudar a Alejandro. —Primero siéntate, veo si hay otras heridas.
Alejandro