Si el vehículo no fuera suficiente grande, habría sido realmente difícil acomodar a tantas personas. Ximena estaba a punto de preguntar cuando se escuchó otra voz desde la puerta.
—¡Espera, yo también quiero ir!— Renata apareció apresuradamente, y la doctora Cubillos la siguió persiguiéndola.
Al escuchar la voz, los Pérez se estremecieron al instante. Mario exclamó con miedo:
—¡Dios mío, ¿la loca también viene?!
Ángel tembló y dijo:
—¡Ya no quiero ir! ¡Quiero bajarme del auto!
Sin embargo, antes de que pudieran decir algo más, Renata ya se había apresurado a subir al vehículo. Los Pérez se acurrucaron rápidamente como pollitos en un nido.
Al ver esta escena, Ximena sonrió con ironía y no dijo una palabra. No se esperaba que Renata tuviera tanto poder sobre ellos.
Renata les lanzó una mirada desafiante a los Pérez y luego se dirigió a Ximena diciendo:
—Xime, también quiero ir.
Ximena aceptó de inmediato:
—Está bien.
Nicolás y Liliana se escondieron a un lado y se rieron en secreto.