Capítulo 11.2

Entraron al despacho, se sentó en la silla que le perteneció a su abuelo por muchos años y se perdió en sus pensamientos. Miguel lo observaba, nunca lo había visto tan triste, ni siquiera por su madre quien era la mujer que más lo había lastimado.

—¡Basta! Estás haciendo un esfuerzo sobre humano por tu abuela, no quiero ver en tu cara rastro de decepción, ni reproches —lo conocía tan bien.

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