CANSADA
Al llegar al departamento me siento exhausta, tanto como para dar un paso seguido del otro sin tambalearme. El aire me falta, y la cabeza me duele por el llanto, había sido tan fácil hablar con Emma, que hasta pude hablarle de las cosas de las que nunca he hablado con nadie, ni siquiera con Gianni. Abrí la puerta y mi amiga está mirando la televisión. Me acerco a ella y me siento a su lado.
Ella gira su rostro y me mira con atención. Se ha dado cuenta de que he llorado, pero me siento tan cansada como para levantarme del sofá y esconder mi tristeza. Tampoco era como si fuera un secreto, pero tenía demasiado tiempo que no lloraba.
—Elena, ¿te sientes bien? ¿Has llorado? —Gianni se acerca un poco más para inspeccionar mi rostro. La alejo con mis manos.
—No te preocupes, Gianni. Estuve con Emma y me puse sentimental, eso es todo.
—Tu esposo fue un maldito patán, deberías odiarlo, no amarlo, ni guardarle respeto como si hubiera sido un santo. Lo peor es cuando le lloras. Me da tant