Todo lo que perdí ( Serie: El amor de un famoso 3)
Todo lo que perdí ( Serie: El amor de un famoso 3)
Por: Hana C
prólogo

Virginia

Dos años antes

En el sur de Francia

"— Mami, ¿Por qué no nos quisiste? — dos hermosas niñas de cabello negro y ojos intensamente azules me miran y me señalan con sus dedos — ¡Te odiamos! Eres la peor madre del mundo.

— Voy a llevármelas y nunca sabrás donde están — Ronnie me mira fijamente, su cara distorsionada por el odio — No son mis hijas, me engañaste y vas a pagarlo, van a morir Virginia, no me importa pasar mi vida en prisión ¡Morirán!

— ¡Mami, ayúdanos! ¡Por favor, mami! No queremos morir, no dejes que nos lleve ¡Mami! — Abro los ojos y la oscuridad me sorprende, mi garganta se cierra de la ansiedad y siento la sangre en ella, el eco de mi grito, me ha despertado y todavía sigue en mis oídos". 

— ¿Virginia? — la pequeña lámpara de mi habitación se ilumina y veo mi propia cara frente a mí, la misma cara que veo todas las mañanas cuando me levanto y cada noche cuando me acuesto, la misma cara, solo que en esta ocasión, el pánico se refleja en sus facciones — Virginia ¿Qué pasa? — Mi hermana gemela, Vera, me abraza mientras intento separar el sueño de la realidad. Aunque en realidad ha sido una pesadilla.

— Ronnie viene por mis hijas, va a quitármelas, va a asesinarlas, Vera — Es inútil, no puedo hacerlo, no puedo dejar de pensar que mi esposo va a venir por mis hijas, no he podido separarme de él legalmente, a pesar de que se encuentra en prisión, se niega a darme el divorcio y la verdad es que preferí concentrarme en mis hijas, que seguir luchando contra él.

— Virginia, tienes que calmarte, eso no le hace bien a las niñas. Recuerda que Ronnie está en los Estados Unidos, en prisión — La miro e intento tranquilizarme, pero enseguida siento un dolor agudo atravesarme de mi espalda a mi cintura.

— ¡Vera! — Susurro y me sostengo con fuerza de su mano — Me duele horrible.

Vera intenta calmarme, pero pronto se da cuenta de que tengo contracciones y que se están presentando cada vez más seguido, me pide calmarme y ducharme mientras ella llama al hospital, pero con el dolor es casi imposible y tiene que ayudarme y meterme en el coche.

— No entiendo, falta todavía un mes, ¿crees que pueda pasarles algo? — Mi hermana tiene un niño, así que tal vez sepa qué está sucediendo. Afortunadamente, llegó ayer, o si no, no sé que hubiese hecho sola en medio de la noche y de parto.

— No lo creo, Virginia. Todo va a estar bien — llegamos al hospital y no puedo soportar el dolor.

No soy consciente del paso del tiempo, sé que Virginia está conmigo, pero el dolor cada vez es más intenso.

— ¿Qué pasa? — le pregunto por qué siento que todo esto es cada vez peor, me han inyectado y el dolor es mucho más llevadero, pero estoy muy cansada.

— Hablé con Izan cuando confirmaron que estabas de parto y ya está viajando, imagino que no logrará llegar antes de que las niñas nazcan — Izan es el padre de las niñas, mi hermana me dijo que se lo confesé antes de perder la memoria. No recuerdo haber tenido algo con él.

Resulta que hace algunos meses, mi esposo, con quien acababa de casarme y que acababa de ganar un Óscar de la academia a mejor actor, se metió en deudas por apuestas y tuvo serios problemas, así que intento que mi ex- esposo que ahora es mi cuñado porque se casó con mi hermana y que además es dueño de una de las mejores productoras de Hollywood, le diera el papel principal de su nueva película.

El problema es que lo hizo por la fuerza y al no lograr el papel, Ronnie, mi esposo, asesinó a una de las socias de la productora, le disparó a mi cuñado dejándolo gravemente herido, le disparó a Izan, el supuesto padre de mis hijos, quien se encontraba en la reunión al ser el actor principal y me disparó a mí. Todos pudimos recuperarnos, solo que yo perdí mi memoria más reciente, incluyendo los momentos pasados con Izan y cada día sigo perdiendo partes importantes de mi vida.

Vuelvo al presente y soy consciente de que llevo más de 18 horas de trabajo de parto y de que estoy muy agotada, los médicos empiezan a hablar de sufrimiento fetal, así que me inquieto sobremanera.

No quería cesárea porque no me gustaría tener ningún tipo de cicatriz en mi cuerpo, pero me han explicado que si no la hacen ahora, la vida de las niñas corre un gran riesgo.

— Virginia — Su voz me estremece. Levanto la mirada y veo entrar a la habitación a un hombre superalto y extremadamente musculoso y guapo, el azul de sus ojos me recuerda a los ojos de mis hijas en mis sueños

— Hola, ¿Cómo te sientes? — parpadeo y vuelvo a mirarlo ¡Este tipo es un pecado! ¿Es Izan?

— ¿Cómo crees? — otra contracción me ataca y aprieto su brazo con fuerza ¡Estoy completamente agotada!

— ¿Señora Levy? — La médico ingresa y se queda mirando idiotizada a Izan. Siento como mi vientre se contrae ¿Por qué lo mira así?

— Izan Davis, el padre de las gemelas — le dice extendiendo la mano y saludándola formalmente — Siento llegar tarde, vivo fuera del país.

La médico deja por fin de mirarlo y vuelve a manifestarme la necesidad de hacer la cesárea en este preciso momento, no quiero hacerla, así que la chica nos deja un momento para decidir.

— ¿Estás loca? — Es lo primero que me dice Izan a penas la médico sale — Tienes que hacerte la cesárea ahora — se lleva las manos al cabello.

— Disculpa, pero es mi cuerpo el que va a tener una cicatriz de por vida, puedo tenerlas naturalmente — No va a ser este tipo quien venga a darme órdenes, no lo conozco, está aquí solo porque confío en la palabra de mi hermana y porque no quiero que sean hijas de Ronnie.

— Virginia, por favor — me toma de las manos — Yo sé que no quieres a las niñas y que las ves como un inconveniente en tu vida, pero yo sí las quiero, por favor, no les hagas daño — sus manos se cierran con delicadeza contra las mías.

— ¿Estás insinuando que soy una mujer desalmada que quiere ver morir a sus propias hijas? — Retiro mis manos con fuerza — Las he cuidado durante 8 meses, ¿crees que para mí ha sido genial ver cómo mi cuerpo se engordaba? Estoy asquerosa por cuidar a tus hijas — le grito — Lárgate de aquí, no quiero verte, eres un maldito imbécil — No entiendo por qué le hablo de esta manera, pero es que con solo verlo quiero matarlo a golpes o a besos, mis sentimientos se está volviendo un lío.

— Virginia — Vera entra corriendo — por favor, tienes que calmarte.

— Este tipo quiere que dañe mi cuerpo, le importa una m****a lo que pase conmigo, solo le interesan sus hijitas — Sé que estoy comportándome como una adolescente histérica, pero no puedo controlarme, sé que debo hacerme la cesárea, pero me niego a que sea mi última alternativa.

— Virginia, las niñas no pueden esperar más, no dilatas y pueden empezar a presentar sufrimiento fetal, los médicos te lo han explicado, si les falta oxígeno sería fatal para ellas — Mis lágrimas se desbordan, no quiero hacerles daño, pero tampoco quiero una cirugía.

Desvío la mirada y encuentro la azul de Izan, concentrada en mi vientre, siento su tristeza e impotencia al no poder decidir.

Yo llevaré una cicatriz para recordarlas, no quería tener nada que me uniera a ellas, pero tendré que llevar esa estúpida cicatriz y él, las llevará a ellas, las cuidará y las criará, él será su padre y yo seré la nada.

— Vale, acepto operarme — Después de tomar la decisión, todo pasó muy rápido, en realidad estaban contra reloj y yo comportándome como una niña pequeña y egoísta, algo que prometí no volver a ser. 

No tengo la menor idea de lo que pasó, sé que todo fue preparado con rapidez y que cuando volví en sí, ya no tenía a las niñas dentro de mí.

— Hola, ¿Cómo te sientes? — Mi hermana gemela, Vera, a quien le hice mucho daño y que  separé del amor de su vida durante años, se encuentra a mi lado.

— Quiero irme a casa — le digo, no quiero estar más aquí y recordar a las niñas. Giro y veo a mi lado una cuna de hospital con dos bebés dormidas — ¿Qué hacen aquí? — Me altero y le pregunto a mi hermana, que al parecer no comprende — Dije, ¿Qué hacen aquí? No quiero verlas, no me interesa verlas, Vera.

— Virginia, cálmate. Podrías al menos cargarlas, amamantarlas — Debe estar loca si me pide eso.

— ¿Qué? ¡No! ¡No! — empiezo a gritar, sé que estoy fuera de sí, pero no puedo verlas, no quiero recordarlas — Sácalas, llévatelas, Vera — empiezo a hacerme daño con el catéter que tengo en mi brazo — ¡Que te las lleves m*****a sea! — Grito y las bebés se despiertan y empiezan a llorar, Vera intenta calmarlas y veo como Izan entra corriendo con una enfermera detrás de él.

— ¿Qué diablos pasa? — habla bajo, calmado, letal. Sin mirarme, se dirige a la cuna y carga a una de las nenas, la otra es cargada por Vera — Deberías estar contenta porque las niñas no necesitaron de incubadora y se encuentran bien.

— ¡Llévatelas! — Es mi única respuesta — Quiero que las saques inmediatamente de aquí — Necesito estar sola, no quiero ver a nadie y al parecer a nadie le importa.

— Virginia, son tus hijas — me responde Izan, mientras la enfermera intenta revisar mi catéter por dónde empiezo a sangrar.

— No lo son, no son nada mío, no las quiero — vuelvo a gritar, siento que las lágrimas van a desbordarse pronto y no podré contenerme — Lárgate, lárgate con ellas. No quiero volver a verte, ni a ti, ni a esas niñas en mi vida — Todos me miran impresionados, la enfermera deja de tocarme y las niñas vuelven a llorar.

— Cómo desee, my lady — me dice seriamente Izan, al escucharlo siento algo extraño, cómo si me resultara familiar su expresión — Nos iremos y no se preocupe, intentaré estar lo más alejado posible de usted. Puede olvidar, desde este preciso momento, que tiene dos hijas — Me quedó mirándolo y mi corazón se encoge, quiero gritarle que no se las lleve, que me deje verlas una única vez, pero sé que si lo hago todo será peor, ya tengo la cicatriz para recordarlas.

— Espera — mi voz calmada, Vera y él se detienen cuando empezaban a salir de la habitación — ¿Podrías llamarlas Valeria y Victoria? — No sé por qué lo hice, no pensaba ponerles un nombre.

— ¿Cómo? ¿Acabas de echarlas de tu vida y ahora quieres que lleven los nombres que tú has escogido? Estás demente, has perdido todos los derechos. No quiero verte nunca cerca a ellas — No quiero rogarle, así que cierro los ojos y asiento, que sea como él quiera.

— Era el nombre de nuestra madre — escucho que dice Vera — Valeria, ese era el nombre de nuestra madre y Víctor el de nuestro padre, murieron en un accidente de barco — mis lágrimas se desbordan al escuchar a mi hermana, hace muchos años no pensaba en Víctor y Valeria, mis padres.

Abro los ojos y veo que Izan asiente antes de salir de la habitación y mi hermana y la enfermera lo siguen.

No logré ver bien a Victoria y a Valeria, no sé de qué color son sus ojos, ni si tienen la cara fina o redonda, no sé nada.

Solo sé que si ellas no existen en mi vida, Ronnie jamás logrará encontrarlas, aunque perderlas, me parta el alma.

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