No derramé una lágrima más en todo el camino a casa, ni siquiera cuando llegué a mi cómodo hogar, dejando la maleta en el recibidor, para luego llegar al salón, tumbarme sobre el sofá, encendiendo la tele, cogiendo el móvil para enviarle un mensaje a Marta.
Yo:
“Gracias por esto, lo necesitaba. Ahora que todo ha acabado, siento que puedo respirar”
Marta:
“Él perdió todos los números de teléfono hace un año y medio, ¿eso lo sabías no?”
Yo:
“No, no lo sabía”
Reconocí, pues era cierto, no tenía ni idea de aquello. Lo cual explicaba a la perfección la razón por la que él no me había reconocido cuando le hablé, un par de días at