Capítulo 04.| Una danza de fuego.

POV: MAXIMUS.

―¡Esto tiene que ser una jodida broma! ―exclama ella riendo sin control.

―¡Mary!… deja de reírte… Joder.

Mi hermana no dejaba de manifestar con su sonrisa ancha y sus ojos entrecerrados a punto de las lágrimas, lo mucho que le divertía verme en una situación diferente para variar.

«Cupido nunca falla en el amor»

La imagen no me abandona desde la noche anterior. La bruja pelirroja dejándome con la palabra en la boca y la erección en mi pantalón; definitivamente es algo que no voy a olvidar con facilidad.

Fue un bochorno total lo que me tocó hacer para escabullirme del restaurante sin que el asunto se hiciera público. Lo que menos necesitaba era un rumor de ese tipo rondando en los medios. Entonces me tocó huir.

«Cupido falló en el amor»

Imposible.

Y es que nadie de ninguna manera podía haber anticipado nunca un desenlace así. Una cita a ciegas que terminó conmigo subiendo a escondidas a mi coche para largarme del lugar. El cierre tenía tintes de comedia: Yo derrotado y con una erección vergonzosa.

Savannah me las tenía que pagar.

Una noche entera de maquinación, la idea se formó de a poco en mi cabeza.

La mañana siguiente el saco de boxeo se convierte en el desahogo para la mezcla de rabia y excitación que me acompaña. La bruja pelirroja me las tiene que pagar.

―Por favor Max, tienes que estar de acuerdo conmigo que lo que hizo esa mujer fue algo digno de admiración ―Me dijo Mary dejando sobre la mesa algunas cosas que traía consigo cuando entró a mi gimnasio personal. Ella sabía que no estaba de ánimos, por lo que no se molestó al ver como seguía lanzando golpes al saco de arena.

―¡¿De qué puñetera admiración me estás hablando?! ―Le reclamé con mucha rabia cuando, en vez de golpear con los puños, descargué también un par de patadas antes de girar para verla de frente― ¿De qué lado se supone que estas?

Mary negó con la cabeza sin dejar de sonreír ―No se trata de estar de ningún lado Max… es que no cualquiera puede presumir de haber dejado al todopoderoso Cupido, así como ella te dejó… pero ese no es el punto.

―Según tú, ¿No es el punto? ¿No es el punto que me haya humillado y se haya burlado de mí de esa manera? ―le pregunté mientras me quitaba los guantes de entrenamiento.

Sentía a flor de piel la necesidad de tenerla de nuevo frente a mí para cobrarme esa afrenta, por eso el tema que Mary tocaba lograba sacar toda mi animadversión. No estaba de humor, pero aunque me esforzaba en negarlo, la realidad era que la extrañaba; extrañaba a la bruja pelirroja.

―No Max…. Fíjate ―Mary, me ofreció una hoja con algunos screnshot de post y noticias extraídas de las redes sociales―. La situación es notoriamente abrumadora, la gente reaccionó de manera impresionante con lo de anoche… a tus admiradoras les encantó ver a Cupido de esa manera.

―Es una estupidez.

―No lo es: Tú y Savannah tienen algo grande entre manos.

―Sí, tenemos lo que podría ser el inicio de la tercera guerra mundial

Dejando de lado aquella muestra de resultados y evidencias que mi hermana me enseñó, quise darle el mensaje de que nada de aquello me importaba, pero la verdad era otra. La verdad era que una idea se había metido en mi cabeza y no iba a descansar hasta conseguirlo: Ella tendría que pagarme lo que me hizo.

―Sé que ustedes no se la llevan bien Max, pero debes hacer lo que sea para darle a la gente lo que la gente quiere…

Mary no terminó su frase, pues el sonido de mi teléfono retumbó desde la mesa. Mary se fijó en el nombre que reflejaba en la pantalla antes de acercármelo al decirme:

―Es el jefe.

Suspiré para tratar de calmarme. Pero aún había algo más que decir sobre ese tema.

―Lo haré… pero no será por la gente: Lo haré por mí y lo haré a mi manera ―le dije antes de aceptar la llamada― ¡¿Sí?!

Un breve silencio se escucha en el altavoz del teléfono antes de que estalle en mi oído aquel grito de euforia desmedida.

―¡Maximus Bennett, eres el puto amo!

―P-e… Perdón, no estoy entendiendo.

―Maximus, lo logramos… ahora nadie podrá detenernos.

(…)

Las formalidades se escapan de mi atención. En ese momento solo hay un deseo que desborda mi corazón y es lo que alimenta mi sed de venganza: Quiero a la bruja a mis pies.

Es lunes por la mañana, mi objetivo está cerca.

―Ya están esperándolo, señor ―me responde la asistente de mí «víctima».

La chica tenía pinta de haber estado llorando. Quizás debí interesarme en preguntar, pero mi mente solo daba para una sola cosa y nada más.

Atravesamos el pasillo y Leanna (ese es el nombre de la chica) abrió las puertas para mí, entonces entré triunfante, saboreando cada segundo de esa victoria anticipada.

Allí estaban todos los que debían estar. Los dirigentes de las dos editoriales, las dos con el mayor historial de enemistades y traiciones, ahora estaban sentados en la misma mesa.

La bruja pelirroja estaba ahí tal como yo lo esperaba.

La mirada de Savannah era un poema de confusión y desconcierto. Ahora, a diferencia de la noche anterior, Savannah iba vestida de manera bastante sobria y profesional, y aunque llevaba el cabello un poco desarreglado y unos anteojos para leer, su belleza era apabullante y abrumadora. Sus ojos se encontraron con los míos solo una fracción de segundo; sin embargo, ese tiempo fue más que suficiente para darme cuenta de que estaba jodidamente enfadada.

El placer me hizo salivar. Por un segundo me imaginé arrancándole la ropa y follándola allí mismo sobre la mesa con furia y sin piedad hasta hacerla suplicar, gimiendo mi nombre mientras su alma se desgarra con el orgasmo más placentero de su infeliz existencia; pero aún no era el momento.

―Bien señor Bennett ―me saludó Murray reaccionando con una diplomacia que apenas podía disimular la rabia que le carcomía desde las entrañas―. Lo estábamos esperando

Uno de los hombres de Cinder se encarga de acomodarme en aquella mesa de reuniones, para mi desconsuelo, hasta el otro extremo de donde ella se encontraba.

―Continuando en ese orden de ideas, los números son claros…

Cinder estaba muerto. Esos imbéciles habían subestimado «el poder del amor» y por eso nos había llegado a nosotros la oportunidad de regodearnos en su sufrimiento. Estábamos a punto de pactar una fusión que no era otra cosa más que la consagración de nosotros y el declive de ellos

Esa victoria tenía para mí un sabor especial, pues ahora más que nunca quedaría latente que mi lema «Arriba el amor», ese que era el centro de todas mis historias, era el lema del éxito. Irónico que mis historias hablasen de amores dulces y románticos y yo estuviese ahí para hacer lo que me proponía.

Murray se explayó en explicar los detalles técnicos que en ese momento solo eran distracciones para mí. Yo solo pensaba en la noche anterior, en aquel baño y en las bragas húmedas de esa bruja pelirroja que me fueron esquivas.

Intenté mirarla a los ojos de nuevo mientras Murray me hablaba, pero ella estaba metida en aquellos informes que tenía frente a ella y que leía una y otra vez.

Mi mirada indiscreta solo podía juguetear paseándose desde sus labios hasta la parte apenas descubierta de sus tetas que quedaban libres por encima del escote de su camisa.

―Y bien, Bennett ¿Qué es lo que tú propones?

La pregunta era demasiado frontal y directa como para desperdiciar la oportunidad.

―Propongo que la señorita Gray y mi persona ―Mi voz se escucha alto y fuerte, tal como lo quería, ella levanta los ojos para verme al fin, su mirada es justo la que deseaba―... nosotros seremos los encargados de llevar a cabo el proceso de conciliación y estudio de posibles alternativas de trabajo para lo que sería el nuevo proyecto.

―¡¿Qué?! ―la escucho gritar del otro lado de la mesa poniéndose de pie por la misma reacción―… ¡Tienes que estar bromeando!

―No, señorita Gray ―le hablé en un tono formal, obviando que la noche anterior mis dedos acariciaron su coño y mi lengua estuvo en su garganta―, esta es una reunión seria y si usted no se toma en serio su trabajo, déjeme decirle que Maximus Bennett si lo hace.

Savannah quedó completamente desconcertada. Su mirada destilaba fuego cuando volteó a mirar a su jefe en busca de una solución.

―¿Alfred? ―ella inquirió la atención de Murray, pero el infeliz ya estaba completamente convencido de su derrota, por lo que no estaba de ánimos para oponer ninguna resistencia.

―Vannah ―le dijo él, apelando a la cercanía y a la complicidad, como para decirle: Ya está, somos prisioneros de guerra―… creo que lo que el señor Bennett propone es una idea genial… Sería excelente tenerte participando de esa manera.

Savannah entonces se dio cuenta de que estaba en mis manos. El silencio del resto de los presentes se lo hizo saber.

Yo me levanté ante la mirada atónita de los demás y bordé la mesa para llegar a donde la bruja pelirroja no hacía otra cosa más que mirarme con estupor cuando le extendí mi mano y le dediqué una de mis mejores sonrisas.

―Señorita Gray ¿Está lista para trabajar al lado de Cupido?

Savannah había perdido el color. Sus ojos me atravesaron con una mirada que era al mismo tiempo de odio y de fuego, entonces, después de unos interminables segundos, levantó su mano derecha y estrechó la mía.

―Está bien señor Bennett, usted gana esta vez… Yo solo espero no tener que matar a cupido.

Los presentes sonríen ante aquel comentario que logró disipar la tensión, pero ella y yo sabíamos que el juego solo acababa de comenzar.

―Tenga cuidado, señorita. Cupido tiene en su arsenal flechas muy peligrosas.

Round #2  Savannah 01 - Maximus 01

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