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Subí a la motocicleta y me aferré a su espalda, sintiendo el viento azotar mis piernas, aspiraba de su rico aroma que expandía su ropa, cuerpo, todo él. Perdía la mirada en los altos cerros que rodeaban a nuestra hermosa capital, Tuntaqui. Eran tan altos que parecían topar con el cielo. Cuando la neblina bajaba dejaba la ciudad cubierta por completo, si te encontrabas en el cerro Tunqui podías ver una enorme nube sobre la ciudad, solo los altos edificios sobresalían. Al llegar al edificio donde Adiel se estaba quedando recibió una llamada, la cual contestó porque decía ser importante, y después de esa llamada los planes que teníamos cambiaron. Se acercó y agarrando entre sus manos mi rostro dijo —Tengo que irme—, suspiró —Te dejaré en tu casa... —¿Por qué? Íbamos a... Me abrazó y besó mi cabeza —No es posible—, dijo al inhalar profundo —Tengo que hacer algo y no puedo quedarme. —¿Qué cosa? ¿Puedo ir? — Adiel apretó los labios y volvió a suspirar. —Donde voy no se permite el ingreso de
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