Volví a casa al día siguiente, con una enorme sonrisa en el rostro, y miles de flores que me había enviado Pablo.
Aun así, el médico quería que le visitara en una semana para asistir a una revisión pro-operación.
- Ese chico – comenzó mi madre, mientras almorzábamos junto a mis abuelos, en el salón – parece que realmente le importas.
- Puede que tengas razón – afirmé, mientras tragaba el trozo de lechuga que me había metido en la boca – pero por mucho que le importe, ante los ojos de todos los demás, ahora mismo, sólo sería la otra. – puntualicé – y no pienso volver a ser eso nunca más.
- La situación ahora mismo es complicada, Alicia – me aseguró mi abuela, que parecía ser la &uacu