TU HIJA, MI HIJO Y LOS NUESTROS
TU HIJA, MI HIJO Y LOS NUESTROS
Por: Jeda Clavo
Capítulo 1. Una mujer histérica.

Alexandra Green

Estaba emocionada, mi corazón palpitaba con fuerza, a punto de salirse de mi pecho, apenas una hora antes me enteré por los exámenes médicos, que estaba esperando un bebé y ahora veía en el monitor por primera vez la figura de mi hijo. No había sospechado de mi embarazo, porque siempre tomaba mis anticonceptivos de manera diaria, pero al parecer, ese método no fue efectivo, porque sino, no estaría allí recibiendo esa noticia.

No pude evitar esbozar una risita, al recordar que atribuí mis malestares, a una indigestión por la ingesta de frijoles.

—¡Es ese mi bebé! —exclamé emocionada, al mismo tiempo no me fue posible retener las lágrimas, las cuales brotaron de forma incontrolable por mis ojos, bañando mis mejillas.

—Sí, señora, ya tiene doce semanas de embarazo. Aunque estoy grabando la ecografía, le tomaré una fotografía para dársela y así pueda mostrársela a su esposo —mencionó la doctora con amabilidad.

—Muchas gracias —respondí con alegría, aunque Fernando y yo no estábamos casados aún, teníamos planes de hacerlo, con prontitud, me imagino que con la llegada de nuestro bebé, los planes deberían acelerarse.

Después de media hora, salí del consultorio demasiado feliz, estaba ansiosa por poder ver a mi marido para darle la buena nueva, aunque me causaba un poco de temor confesarle de mi embarazo, porque constantemente me indicaba que no se me olvidara tomar los anticonceptivos, porque no había llegado el momento para nosotros de ser padres.

Caminé al auto, el cual había dejado aparcado en el estacionamiento del centro médico, antes de arrancar, decidí marcar su número de celular, insistí un par de veces, sin embargo, la primera vez, repicó y nadie me respondió y la segunda y tercera vez aparecía apagado.

Por un momento me sentí frustrada, estaba debatiéndome entre ir al apartamento y esperar su llegada o ir hasta su oficina, sin embargo, yo solo había estado en su despacho una única vez, al principio de nuestra relación, en la cual ya teníamos casi cuatro años, nos conocíamos desde hace un poco más de cuatro, cuando yo iba de camino a mi facultad y colisioné con su auto.

Luego de meditarlo, decidí llegarme hasta su oficina, él trabajaba como analista financiero en una entidad bancaria, de hecho hacía un par de meses le habían designado como jefe del departamento, por esa razón nos veíamos ahora poco tiempo.

Sin pérdida de tiempo, conduje al inmenso edificio de la transnacional Von Dimitrakos, estacioné cerca y caminé las cinco cuadras que me separaban del lugar, apenas acercarme me sentía cegada por el lujo, era una imponente torre que destacaba de forma impresionante en Nueva York, con su perfil delgado, acentuando en el horizonte de la ciudad.

Llegué a recepción casi sin aliento, donde una mujer con una hermosa apariencia me atendió.

—Buenos días, señorita, ¿Se le ofrece algo? —me preguntó la recepcionista con una sonrisa, digna de un comercial de televisión, su vestimenta era impecable, al punto de sentirme un poco mal frente a mi apariencia.

—Sí, disculpe, venía a conversar con el Señor Fernando Donova, soy su novia —mis palabras, causaron una extraña expresión en la mujer, aunque fue tan rápido, que creí me lo había imaginado.

—Espere un momento, por favor siéntese en los asientos de la sala contigua, mientras la anuncio.

Hice caso a sus instrucciones, me senté allí a leer una revista mientras esperaba a que me anunciaran, sin embargo, los minutos fueron pasando, se convirtieron en un par de horas y en mi estómago se había empezado a manifestar un concierto de rock, además estaba un poco fastidiada y molesta.

Cuando salí de la pequeña sala, vi caminando a Fer, con su mano entrelazada con una mujer hermosa y elegante, sentí una opresión en el pecho, la respiración comenzó a acelerarse, estaba a punto de caer desmayada, sin embargo, una parte de mí me exhortó a enfrentarlo.

Caminando con una seguridad que estaba muy lejos de sentir, lo seguí, hasta llegar al ascensor, donde justo en ese momento estaba tomando la mejilla de la mujer, una belleza, de ojos verdes, cabellos rubios, facciones finas, sin perder un minuto más de tiempo lo enfrenté.

—¡Fernando! ¿Qué significa esto? —su primera reacción fue de sorpresa, pero segundos después cambió a enojo.

—¿Quién diablos se cree usted para reclamarme? —preguntó sin dejar de mirarme como si yo estuviese loca.

—¿Quién soy? ¿De verdad estás preguntando esto? Soy tu mujer y la futura madre de tu hijo —expresé sacando la ecografía de mi bolso y extendiéndosela.

No obstante, nada me preparó para su reacción

—¡Usted está loca! No la conozco, nunca la había visto en mi vida. No sé con qué propósito viene a decir todas esas mentiras, tal vez alguien le pagó, para pretender dañar mi relación con Callia —mencionó Fernando con un semblante de enojo—. Seguridad, echen a esta mentirosa de aquí y de ahora en adelante no le permitan la entrada.

—¿Por qué estás negando también a tu hijo? —interrogué sin poder contener mi sollozo.

—Hijo, no tengo ni he tenido nada con usted, vaya a otro sitio a buscar al verdadero padre de su hijo —dicho eso tiró el eco en el piso, y lo arrugó con el zapato. Para seguidamente empujarme y hacerme caer de bruces, mientras subía al ascensor y las puertas se cerraban.

No pude contener mi histeria y empecé a golpear las puertas.

—¡Fer! ¿Por qué me haces esto? ¡Eres un poco hombre! ¡Cobarde! —la gente se aglomeraba murmurando detrás de mí, mientras yo sentía mi mundo derrumbarse encima de mí.

Hasta que de repente se hizo un silencio sepulcral y una voz gruesa se escuchó detrás de mí.

—¿Quién es usted? ¿Cómo se atreve a venir a hacer escándalo en mi edificio?

Ante el severo tono, me giré y vi a un hombre alto, como más de uno noventa de estatura, ojos azules, cabello rubio, su cuerpo parecía esculpido a mano por el más famoso escultor, era sencillamente deslumbrante, capaz de quitar el aliento a cualquiera y dejarle a uno la mente en blanco, como quedó la mía en ese momento.

—¿No me escucha, le hice una pregunta, y estoy esperando su respuesta? —repitió ante mi absoluto silencio.

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