TU CRUEL AMOR (UNIVERSO FERRARI)
TU CRUEL AMOR (UNIVERSO FERRARI)
Por: Jeda Clavo
CAPÍTULO 1. A PRIMERA VISTA

Mi nombre es Sophía Alexandra Madrid Peralta, tengo diecinueve años y estudio arte, durante toda mi vida he sido una chica muy protegida por mi familia, conozco poco del mundo exterior y eso tal vez haga de mí una persona un poco tímida, aunque tengo amigas, no soy muy dada a salir de fiestas o de paseos. Mi vida es la pintura, la única pasión que me permito, por ahora.

Hoy programé un encuentro con mis amigas, salí de mi casa con camino al metro, no quise ir en automóvil porque de regreso a mi cita, pensaba quedarme con Mariana, una de las amigas con quien me reunía todos los miércoles para hablar. A decir verdad ella es mi mejor amiga, la que conoce todos mis miedos, mis secretos, aunque de este último no tenga ninguno.

Las reuniones entre mis amigas y yo, la mayoría de las veces se prolongaban con una pijamada en la casa de cualquiera de nosotras, para mí esos momentos eran los más maravillosos, constituían una especie de terapia que utilizábamos para contarnos los planes, las penas, las alegrías y logros.

Esta rutina la iniciamos cuando cumplí mis quince años y ellas tenían diecinueve. A excepción de Mariana quien tenía veintiuno para ese entonces y en verdad eran las ocasiones donde me sentía libre, era una chica asustadiza, siempre temía equivocarme, a decepcionar a mis padres y a las personas que me rodeaban, a decir verdad no estaba contenta con mi vida, me sentía estancada, vacía, a mi vida le faltaba como un ingrediente que me inyectara vitalidad, sentía que una persona distinta andaba en mi cuerpo, nada me satisfacía a excepción de la pintura, allí si era yo misma y en donde plasmaba toda mi pasión.

A la primera que conocí fue a Mariana, sucedió en un parque donde había ido con mis hermanos, desde ese momento entablamos una bonita amistad, intercambiamos números y ahora éramos un grupo de cinco, que nos frecuentábamos desde hacía un cuadrienio.

Me bajé en la estación donde correspondía y me dirigí a la salida. Caminé deprisa por las calles, mirando hacia los lados, la brisa de la noche alborotó mi cabello y un mechón rebelde se posó en mi frente cubriendo mis ojos, lo aparté de un manotazo y seguí caminando. El frío se coló frente a mi cuerpo y sentí un estremecimiento, mis piernas se erizaron porque las llevaba bastante descubiertas, no obstante, nada de eso me detuvo.

Me ajusté el abrigo que cargaba para evitar que el frío volviera a golpearme con inclemencia. Ya eran casi las ocho de la noche, en realidad no estaba acostumbrada a andar sola en transporte público y menos a esas horas, pero me había arriesgado, esta era una de esas pocas ocasiones en que me atrevía a hacerlo. Muchas veces soñaba y me preguntaba: ¿Cómo sería desinhibirme y dejar salir a esa otra mujer fuerte que vivía dentro de mí? Pero que yo la reprimía para no desagradar a los demás.

Aceleré mis pasos, mientras rogaba en mi interior que mis padres nunca se enteraran de eso que estaba haciendo porque pondrían el grito en el cielo, eran demasiado sobre protectores o más bien controladores, pero ya estaba acostumbrada a sus actitudes, aunque a mi padre lograba manejarlo con más facilidad que a mi madre, consiguiendo algunas veces que me permitiera hacer mi voluntad pero en cosas insignificantes; aunque esta salida de este día era una de esas contadas ocasiones en que usaba esa parte manipuladora que tenía escondida muy dentro de mí.

Llegué a la Tasca del hotel Calrtron, donde había quedado, era un sitio realmente dispendioso, con un estilo clásico moderno, muy propio de Alina De La Torre, una de mis amigas a quien le correspondía organizar la velada de esa semana, cuya familia era una de las más influyentes del país, caracterizados por ser personas sibaritas, y quienes continuamente hacían ostentación de su riqueza.

Cuando entré, el maître me ubicó en una de las mesas del fondo, me dio la carta de comidas y la de vinos, indicándome las especialidades de la casa. Tomé ambas cartas, pero aún sin leer, pedí una botella de vino tinto cabernet sauvignon y le informé al maître que esperaría a mis amigas para pedir la cena.

Al quedar sola revisé mi cartera y saqué mi teléfono móvil percatándome que se me había descargado, busqué mi cargador portátil y lo empecé a cargar, tenía un pequeño susto en mi pecho y no podía controlar la ansiedad que comenzó a carcomerme y mi cuerpo tembló imperceptiblemente a los demás. En ese momento el mesero colocó la botella de vino en la mesa y me sirvió una copa, le agradecí con una gran sonrisa.

Miré el reloj y habían pasado aproximadamente más de quince minutos de mi llegada y mis amigas aún no aparecían ni se reportaban. “¡Dios! Ojalá lleguen rápido”, pensé. Aunque no estaba acostumbrada a ingerir ningún tipo de bebidas alcohólicas, no sé qué impulso me movió para pedir una botella, quizás para dar apariencia de una mujer de mundo o que sé yo, a veces hasta yo misma me sorprendía de mis propias reacciones y decisiones, hasta para mi misma mi comportamiento era bastante contradictorio.

Ojeé el restaurante, el lugar era realmente impresionante, muy amplio, había un gran número de mesas ocupadas. En segundos, sentí que me observaban y se me erizó la base del cuello. Escaneé el sitio con mi vista y cuando la dirigí al lateral izquierdo, lo vi el tiempo se paralizó para mí.

Él también me miró, era el hombre más guapo que había visto en mi vida, de cabello claro, alto, mandíbula cuadrada con una incipiente barba, nariz griega, con unos ojos verdes impresionantes, unas largas pestañas, piel cetrina, era un hombre maduro, vestido con un traje azul marino, camisa blanca y sin corbata. Mi pulso se aceleró y sentí unas extrañas sensaciones que no supe definir, mi boca se me secó y refrené el impulso de salir corriendo, empecé a respirar lentamente y me obligué a controlarme bajando mi cabeza, haciendo un ejercicio de respiración para lograr apaciguar el tormento que se había suscitado en mi interior.

Encendí mi celular y empecé a revisarlo, mientras hablaba conmigo misma diciéndome "Cálmate Sophía". Tenía más de doce llamadas perdidas de mis amigas y numerosos mensajes de Whatsapp y video llamadas de Skype, donde me informaban que el encuentro de ese día había sido cancelado por una emergencia familiar de una de ellas. ¡Dios mío! Pensé sorprendida de que llevaba más de media copa tomada y empezaba a sentirme un poco achispada, ¿qué haría? Mis amigas no vendrían y mis padres se habían ido por varios días a su casa de campo, me aconsejé serenarme y luego de un gran esfuerzo lo logré.

Por ahora, pensé en pedir algo para comer y luego tomaría un taxi para que me llevara a mi casa. Desvié mi vista nuevamente a la mesa del atractivo hombre y nuestras miradas se encontraron, parecía un animal al acecho, sin embargo, no pude evitar mi reacción, mi pulso volvió a acelerarse, estaba totalmente descontrolada y me sentía confusa por esas sensaciones que estaba experimentando.

Levanté mis manos y me las pasé por el cabello de manera nerviosa y mordiendo mi labio inferior, cerré mis piernas con fuerza al percatarme de la reacción de ciertas zonas de mi cuerpo y temí de a donde me pudiera llevar todo esto.

“Nuestras emociones están ahí para ser sentidas, pero no para dominar nuestra vida, ni cegar nuestra visión, ni robar nuestro futuro, ni apagar nuestra energía, porque, al momento de hacerlo, se volverán tóxicas.” Bernardo Stamateas.

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