A Valeria los nervios hicieron que le sudaran las manos, mientras trataba de que su cerebro decidiera rápido: “Quien carajo me habrá mandado a meterme en esto, todo por hacerle caso a Alondra”, pensó en el momento que sintió una patada en sus pantorrillas y abrió los ojos sorprendida.
—Valeria el señor… Disculpe—. Se interrumpió Alondra—. ¿Cómo dijo que se llamaba? —Aunque su rostro le era bastante familiar.