—¿Adrián?
Adriana miró a Adrián, parado a su lado. Por primera vez sintió que su aparición había sido en el momento adecuado.
—Justo acabo de terminar de comer con un amigo, vi a alguien y pensé que eras tú, ¡y efectivamente eres tú! —dijo Adrián con sorpresa.
—¿Quién eres? —preguntó Adriana.
Adrián giró la cabeza y observó al hombre frente a Adriana, que tenía la boca llena de comida.
Antes de que el hombre pudiera hablar, Adriana se levantó y dijo:
—Sigue comiendo tranquilo, ya he pagado, adiós —dicho esto, tomó a Adrián de la mano y se fueron.
Adrián reflexionó sobre la incómoda situación de la mesa y no pudo evitar preguntar:
—Adriana, no estás en una cita con él por dinero, ¿verdad?
—¿Cómo se te ocurre? —le reprendió Adriana.
—Pero, lo vi tan incómodo entre ustedes, y ¿acaso no se citaban para comer? —Adrián seguía dudando.
—Solo él comió, yo no —respondió Adriana, algo molesta, aún sin entender cuál era la intención de su madre.
—¡Ah qué bien! —exclamó Adr