Por la noche.
A la hora de salida del trabajo, Adriana recibió de repente una llamada de José. Su voz tranquilizante y dijo:
—¿A qué hora terminas?
—Ya casi. —respondió ella.
—¿Pasa algo?
—Nada. —contestó él antes de colgar.
Aunque Adriana había dicho que casi terminaba, se quedó un rato más en la sala de mezclas, perfeccionando sus fragancias, y luego regresó a su oficina para organizar documentos. No bajó hasta una hora después.
Al llegar al estacionamiento, vio que el chofer de Residencial Los Jardines la esperaba en su auto. Abrió la puerta y, para su sorpresa, encontró a José sentado atrás.
—¿Esto es lo que llamas ya casi? —él levantó la vista, con una mirada seria.
—¡Tampoco me dijiste que estabas esperándome! —respondió mientras subía al auto. No podía creer que él hubiera esperado una hora entera.
—¿Me buscabas por algo? —preguntó, intentando saber el motivo de su presencia.
José la miró desconcertado, como si su pregunta no tuviera sentido:
—Los comentarios en internet sobre t