—Un poco. —respondió Adriana.
—¡No te creo! —El anciano volvió a su tono cortante—. ¿Qué puede saber una jovencita como tú?
—En esta casa hay aromas de camelia, magnolia, prímula y rododendro. Si no me equivoco, estás trabajando en una fragancia de notas medias. Estas flores tienen aromas suaves y ligeros, por lo que necesitas un aroma fuerte y profundo para equilibrarlas. Por eso estás esperando que las amapolas azules estén maduras, ¿cierto?
Con solo inhalar, Adriana analizó todos los aromas de la casa.
Los ojos del anciano se iluminaron, y después de unos segundos de asombro, la miró fijamente y preguntó:
—¿Todo eso lo sabes solo con tu nariz?
Adriana, viendo su expresión exagerada, sonrió y asintió.
—Así es.
El viejo entrecerró los ojos y comenzó a caminar en círculos, pensando en voz alta:
—Reconocer a las personas por su aroma…
Reflexionó antes de agregar:
—He conocido a personas con ese talento, pero eso fue hace más de veinte años… Nunca imaginé que una joven como tú también lo