Sombras en escena
Sombras en escena
Por: mary_loveread
Capítulo 1: El fantasma del teatro

Todos se reían a su alrededor. La tenían bien sostenida de los brazos mientras Peter Williams le rompía los botones de la blusa para poder encontrar ese méndigo celular que ella ni siquiera había robado. Miró a Aila y esta tenía los ojos cubiertos. Kerrie intentó pedirle ayuda, pero las chicas que estaban a su lado la sacaron del salón. La joven tenía ganas de llorar, de vomitar, de patear el rostro de Peter, pero no podía, no tenía tanta fuerza.

—Vaya parece que si tienes busto. Creí que eras una tabla por esa ropa enorme que usas.

—Suéltame, yo no tengo nada. — Insistió ella con las lágrimas surcando sus ojos. Peter sonrió malévolamente y comenzó a acercar su mano hacia su pecho cuando una voz fuerte retumbó en el salón.

—¡Aléjate de mi novia ahora maldito bastardo! — Todos se quedaron petrificados al ver a Hudson Morgan de pie a su lado. La joven lo miró aturdida notando que no había ni un espíritu detrás de él. ¿Qué diablos estaba pasando?

Una semana antes…

­—Continuando con las noticias de farándula, el actor Skander Pavensey ha abandonado el proyecto luego de que una de las luces del teatro casi cayera sobre él. Rumores sobre gente maliciosa que entra a los establecimientos se han levantado, así como la maldición del Teatro Noctámbulo. — Kerrie suspiró mientras veía las noticias. ¿Una maldición? Maldición era la que ella tenía. Tan solo pensar que solo cosas malas le pasaban a diario. Era una pesadilla si quiera pensar salir de su habitación, sin embargo, hacía el intento por el bien de sus hermanos.

Metió sus cuadernos y carpeta dentro de su bolso mientras pensaba en que las cosas serían diferentes. En la escuela secundaria había sido tratada como un paria, como un malestar para el lugar, como una chica desagradecida. A pesar de eso, siempre tuvo a sus amigos a su lado, Aila y Nash eran quienes estaban ahí para ella desde la infancia.

Se miró en el espejo notando su cola de caballo y viejas gafas, su aspecto demacrado y piel pálida. Intentó sonreír pensando que todo sería mejor ya que era el primer día en la universidad. Nadie la conocía, nadie sabía sobre ella. Podía empezar de cero.

Lugo de dejar a sus hermanos en la escuela corrió al primer autobús que la llevaría a la universidad. Al entrar se dio cuenta de la inmensidad del campus. Le hubiera encantado vivir ahí dentro, pero debía cuidar de sus hermanos, no había nadie más que lo hiciera por ellos. Luego de que su padre falleciera, su madre desapareció sin dejar rastro. De eso habían pasado ya dos años y sus hermanos apenas iban por tercero de primaria. Era la única que podía hacerse responsable.

Por suerte, con su esfuerzo, había conseguido una beca completa en la universidad y tenía dos trabajos a medio tiempo luego de clases. Ahora, solo debía dirigirse a la clase de introducción, una del par que compartía con sus mejores amigos. Al entrar se dio cuenta que había una chica muy parecida a Aila, excepto que ella llevaba ropa que Aila jamás utilizaría. Kerrie reconoció de inmediato a la chica.

—¡Hazel! — La joven la miró con desinterés y luego se hizo la dormida sobre el escritorio. Kerrie hizo una mueca. Hazel era la hermana melliza de Aila, había olvidado que regresó del extranjero para estudiar aquí la universidad. Sin embargo, parecía una chica de pocas palabras.

Lo dejó pasar, y se dio cuenta que había llegado muy temprano. Solo había tres mochilas más que ocupaban los asientos y las personas ni siquiera estaban ahí. Sintiéndose un poco incómoda decidió ir a llenar su pachón a la fuente de agua. Se levantó de su asiento y caminó hasta llegar ahí.

—¡Kerrie! —La voz de Aila hizo que una sonrisa apareciera en su rostro. Ahí venían la rubia junto con Nash, su amigo. Los dos la abrazaron al verla por fin.

—Creímos que una vez aquí no tendríamos otra clase juntos. Que bueno que tengamos esta. ¿No es emocionante? — Chilló ella emocionada. Esa era la Aila que conocía, toda una joven positiva con mucha luz. Aila siempre fue una chica que llamaba mucho la atención, la popular del instituto, todos la amaban y sin embargo, ella había decidido ser su amiga.

—Me alegra verte. — Nash se acercó con su encantadora sonrisa mientras las mejillas de Kerrie se sonrojaban. Ella llevaba enamorada de su mejor amigo desde que tenía quince, sin embargo, guardó esos sentimientos con el fin de no arruinar la linda amistad que tenía con ellos dos.

—Entremos. — Expresó Aila tomando los brazos de sus amigos para llevarlos de vuelta al salón.

Las clases pasaron sin mayor inconveniente, lo cual fue un gran alivio. Kerrie sintió esperanza en que las cosas mejorarían bastante. Pero había algo que la molestaba, esas presencias que siempre estaban a su alrededor, las cuales fingía que no veía para que no la molestaran.

—Este viernes tendré una fiesta. — Soltó de pronto la rubia mientras se movía de un lado a otro buscando una mesa en la cafetería. Kerrie estaba agradecida de que ambos quisieran pasar el rato con ella aun cuando estaban en diferentes facultades. Aila había decidió estudiar arquitectura mientras que Nash se decidió por la ingeniería y ella comunicación. Los tres habían tomado rutas diferentes, y pronto pasarían menos tiempo juntos, por lo que Kerrie no se sentía mal al intentar aprovechar estos momentos juntos.

—Tengo que trabajar Aila. Y mis hermanos están solos.

—Pero será por la noche. Cuando tus hermanos se hayan dormido. Prometo que será divertido, si tu no estás no podré hacer nada. — Hizo un puchero que le pareció tierno a Kerrie. —Vamos Nash, convencela de que vaya. — Meneó el brazo del joven y este sonrió.

—Hazle caso a tu amiga. Sabes que se pone en plan berrinche cuando te niegas.

—Lo sé. — Suspiró mientras tomaba un sorbo de su sopa. —Bien, bien. Iré.

—Genial. — Sonrió. —Es una fiesta con temática de los setenta, que no se te olvide. — Ah la joven intentó protestar, pero no pudo. Un rostro inexpresivo se encontraba detrás de Kerrie. La veía con aburrimiento aun cuando uno de sus ojos colgaba fuera de su cuenca. Kerrie sintió un escalofrió recorrer su cuerpo y decidió ver para otro lado.

Al despedirse de ambos ella regresó a sus últimas clases y luego corrió hasta su primer trabajo parcial en un restaurante de comida coreana. El día fue lo más normal posible, excepto por uno de los espíritus que solía ronda por ese barrio. Según tenía entendido una chica fue atropelladas hace un par de años ahí. Era horrible verla ronda con el cuello fracturado. Al terminar a eso de las nueve de la noche corrió hacia su apartamento. Sin embargo, tuvo que desviarse al ver a un fantasma a unos metros de ella. El espíritu vestía de negro y lloraba en medio de la calle. Era terrorífico. Pasó frente a la calle del teatro Noctámbulo. Sintió un escalofrío al pasar por la verja y entonces un grito que venía de dentro la detuvo.

—¡Ayúdame! — La joven tragó duro al escuchar aquel grito. Dio un paso hacia atrás temblorosa y entonces a su lado apareció el espíritu de una mujer que le mostraba el lugar con su dedo.

—No iré ahí. — Respondió ignorando al fantasma, pero este apareció frente a ella de nuevo. Ella sabía lo que significaba ignorar a un fantasma, sin embargo no tenía los ánimos de entrar a un teatro cerrado.

—Hay una persona dentro. — Escuchó el frío murmuro del espíritu. Kerrie tragó duro y luego escuchó de nuevo el grito de súplica.

—Maldita sea. — La joven miró hacia todos lados esperando que nadie la viera entrar ilegalmente al teatro. Pasó su mochila sobre la reja y luego ella escaló para aterrizar sobre el monte, luego de eso corrió hacia la escalera de emergencia y le pidió ayuda al espíritu para que abriera la puerta. Una vez dentro siguió el sonido del grito que la llevó hasta el auditorio principal. Abajo, en el escenario donde las luces estaban encendidas, había una persona en el suelo. La joven abrió los ojos de par en par aterrada. Corrió hasta esa persona para ver que estuviera bien y entonces el chico ahí abrió los ojos.

—¿Quién diablos eres?

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