Mi hermana ya está haciéndose ideas tontas en su cabeza, y lo peor de todo es que se las dice a la niña para que también las diga. Tendré que hablar con ella más tarde de esto.
El imbécil suelta una risa sin que se escuche mucho. Lo fulmino con la mirada. Que ni se haga ideas por las palabras de una pequeña de seis años.
—Claro, él también vendrá a comer con nosotras —contesta mi madre y se pone de pie.
La ayudo para dirigirnos al comedor. Hago a un lado mi molestia por la invitación que le hizo mi familia. Mi mal humor tardará más en esfumarse. Llegamos y tomamos asiento. Él nos sigue. Después se coloca a mi lado, ya que mi hermana le dio ese sitio. Le lanzo una mirada con dagas, que ella ignora. ¿Qué le pasa? Ya solo les falta que me casen con él. No, no, ni loca. Primero muerta que tener que ver con este cretino.
La comida se va en charlas entre mi madre y Alex, también entre preguntas que le hacen al Diablo. “Por tu acento, ¿de dónde eres?”, “¿A qué te dedicas?”, “¿Tienes familia?”