Cuando Milan se acercó a mí abriendo la puerta del carro rápidamente, una lluvia de recuerdos cayó sobre mi memoria, su rostro reflejaba claramente preocupación, era mi mejor amigo, me vio y al notar mi sonrisa se relajó un poco pero después cambió su expresión a una de enfado.
—¿Estás bien? —me pregunta con voz ronca.
—Si —respondo— solo me he lastimado mi pie, y unos cuantos raspones.
—¿Pero por qué? —Milan frunció el ceño— ¿qué te ha pasado, dónde has estado y por qué te fuiste?.
—Pues yo...