Carolina le entregó a Rebeca el regalo que Logan le había preparado, pero tan pronto como lo hizo, retiró la mano y tiró del brazo de su madre, haciendo un puchero.
—Mamá, mira primero mi regalo, por favor.
Rebeca: —Está bien.
Ella obedeció y abrió la caja de regalo.
Dentro había un óleo, enmarcado y montado, que representaba nada menos que a la propia Rebeca.
En la esquina inferior derecha, una línea de letra pequeña decía: “Para mi mamá, feliz cumpleaños”.
Rebeca sintió como si algo le hubiera golpeado el pecho. Su mano, que sostenía el marco, se congeló de repente.
Carolina hizo un gesto con la mano impaciente.
—Lo terminé hace quince días, ¿sabes? ¿Te gusta?
Rebeca volvió a la realidad. Al ver la mirada ansiosa en el rostro de su hija, sus emociones eran complejas, pero respondió con sinceridad:
—Me encanta. Tu pintura es cada vez mejor.
Al escuchar su aprobación, Carolina sonrió encantada. —¡Si te gusta, te pintaré otro!
Rebeca: —Claro.
Solo entonces Carolina le entregó el regalo