Rebeca no esperaba que él le tomara la mano y se quedó algo desconcertada.
Sin embargo, no le dio más vueltas. Le quitó la mano con delicadeza y le dijo con tono frío: —Puedo sola.
Dicho esto, se dio la vuelta sin mirar atrás y se dirigió con paso firme hacia el sofá.
Logan, ante tanta frialdad, no mostró ningún signo de enojo. Sonrió y, después de que ella se sentara, tomó asiento a su lado.
El sofá que rodeaba la mesa de centro era bastante grande y ofrecía mucho espacio para sentarse. Al ver que él evitaba deliberadamente cualquier otro sitio y elegía sentarse a su lado, Rebeca se detuvo un momento, pero no dijo nada. Bebió un sorbo de té mientras miraba a Carolina, que estaba probando los instrumentos.
Logan también levantó su taza y bebió un sorbo.
Dejó la taza sobre la mesa y, en lugar de mirar a la niña, dirigió la mirada a Rebeca, a punto de hablar, cuando el celular de ella vibró con la notificación de un mensaje.
La mujer lo miró: era un mensaje de Romeo.
Primero había inicia