Rebeca llevaba un rato conduciendo cuando recibió una llamada de Violeta.
—Rebeca, ¿dónde estás? Me muero de cansancio. Ven a buscarme y llévame a cenar.
Rebeca no dijo que había comido: —¿Dónde estás?
—En Renacento —dijo Violeta—, es esa finca de patio antiguo que se urbanizó hace unos años, y he venido por la mañana temprano con mi tía a ver viviendas, y estoy agotada.
—Ahora voy allá.
Tras colgar el celular, Rebeca ajustó su navegador y se dirigió a Renacento.
Unos diez minutos después, Violeta volvió a llamar: —¡Joder! ¿Sabes con quién me he encontrado aquí?
Rebeca dio un respingo.
Los únicos que podían encender la rabia de Violeta últimamente eran...
—¡Logan, Natalia y su familia! ¡Trajo a los Mena a ver casas!
Rebeca miraba al frente y soltó un “pues muy bien” con poca expresión en la cara.
Normalmente, cuando Logan y Natalia salían, solían llevar a Carolina con ellos.
Logan había dejado hoy a Carolina sola en casa, y resultaba que era porque le estaba viendo casa con los Mena.
E