HENRY CHAPMAN
—Doctor, lo siento, pero no pienso estarme peleando con usted todos los días, incluso de noche —contestó Clary con hosquedad y reproche.
—Triplicaré tu sueldo. —Por fin volteé hacia ella, notando la indecisión en su rostro. Necesitaba el dinero, o por lo menos no sabía disimularlo muy bien.
—No puedo. —Agachó la mirada y apretó los dientes.
—¿Por qué?
—Scott…
—El niño. —Entorné los ojos recordando al pequeño—. ¿Tu hijo?
Asintió pesarosa y parecía que había algo más que la torturaba.
—¿No lo puede cuidar su papá?
—Su papá… no… —Suspiró con tanta brusquedad que sus mejillas se inflaron—. Soy madre soltera.
—Tr&aa