26

Se acercó unos pasos a él mirándolo un poco analítica. Él tenía puesto un pantalón y una camiseta viejas que debían ser de Henry y de varias tallas más grande que él. Se veía un poco perdido allí dentro de esa ropa.

—Te ves bastante gracioso con ese pijama —se burló.

—Y tú estás increíblemente sexy con ese deshabillé—. Tess se miró a sí misma y hubiese querido soltar la carcajada, pero se contuvo. Esa palabra francesa se le había oído exquisita en su boca.

Como si su cuerpo se mandara solo, se sentó a su lado en el sofá y lo miró atenta.

—Tú… —se quedó en silencio, y él no dejó de mirarla, como si la estudiara, como si tuviera luego la intención de ir a pintarla en un lienzo tal como estaba ahora.

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