Olivia tembló al escuchar la voz de Ariza en la biblioteca, era tan falsa y cínica, llegaba a su casa como si no fuese responsable del atentado que por poco termina con su vida, la de sus hijos, cuñada y sobrino. Tuvo que contenerse para no entrar, volvió a su habitación para evitar un enfrentamiento. Confiaría en Santino para hacerse cargo de la mujer; pero si él fallaba estaría encantada de matarla con sus propias manos.
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—Ariza qué sorpresa ¿Qué te trae por aquí? —Santino fue amable, tanto como su deseo de asesinar a la mujer se lo permitió.
—Estaba cerca y quise saludarte ¿Cómo has estado? ¿Cómo está tu esposa y tus hijos? —Ariza batió las pestañas inocentemente.
—Agradezco tu preocupación, todos estamos perfectamente bien y felices a