Capítulo 28

Isabella.

La luna. Un claro. Un acantilado. Soledad.

No sé dónde estoy, no sé qué hago aquí.

Estoy sola. Sola con la luna.

Su luz lo abarca todo, su luz me llama. Se siente como mi hogar.

Me encuentro de pie al borde del acantilado que tiene como fondo agua. Un lago.

Un vestido blanco que llega hasta el suelo adorna mi cuerpo y mi pelo se mueve con la brisa mientras mi mirada esta fija en la imponente Luna que brilla como nunca en el cielo.

¿Dónde estoy? ¿Dónde están? ¿Qué quieren de mí?

– Querida.

Escuche una melosa voz a mis espaldas, gire sin siquiera pensarlo en esa dirección y vi a una mujer.

Vestida igual que yo. La única diferencia eran nuestros colores de cabello, el mío rojo como el fuego y e

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