CAPÍTULO 2 "VENUS"

Trece largos años habían pasado desde que Sköll consiguió la transformación perfecta en esas montañas congeladas. De Askal nunca más se supo absolutamente nada, y muchos en el reino asumían que había muerto. "Seguramente fue devorado por alguna bestia hambrienta, como le sucede a todos los desafortunados que se pierden en ese bosque.", Fueron las palabras del rey Kaslkal para tranquilizar a su reina, quién jamás dejó de llorar por su hijo en el silencio de las solitarias torres del castillo. Así fue hasta que un día murió por circunstancias naturales. Al rey Kaslkal le dolió mucho esa muerte, durante un día, porque al día siguiente se estaba casando con otra joven loba del reino, y así el legado de la madre de Sköll fue olvidado rápidamente. 

En todo este tiempo, Sköll había logrado alcanzar su máximo nivel de batalla. Era considerado como uno de los lobos más feroces y despiadados en toda la historia de la sangre de lobos en cuerpos humanos. Se había ganado el respeto de los más grandes comandantes, generales, y demás integrantes del ejército. Lergos era un reino de humanos, que era gobernados por los hombres lobos. En el pueblo todos respetaban a Sköll, y lo apodaban como "el gran heredero". Su futuro era casi seguro, el alfa sentado en el trono de marfil gobernando a los humanos como lo había hecho su familia durante siglos. Solamente faltaba conocer a quién sería su futura esposa. La reina que lo acompañaría junto al trono de marfil en el reino de Lergos. 

En el linaje de los hombres lobos había una ley muy estricta, y con la cuál eran muy celosos los integrantes de esa raza. Los hombres lobos solamente podían casarse con mujeres lobos puras de nacimiento. En un mundo de humanos, vampiros, brujos, y dragones. Los hombres lobos tenían permitido solamente casarse con integrantes de su misma especie. Así fue como muchas jovencitas lobos llegaron rápidamente al reino de Lergos. Provenientes de las casas más antiguas y prestigiosas, con los apellidos más importantes entre los hombres lobos, con la única intención de ser la prometida de Sköll Wolf. Todos los padres deseaban un futuro así para sus hijas. Lleno de riquezas, honor, y prestigio sobre los demás. Para las jovencitas lobos también era todo un sueño ser la esposa de Sköll. Él era el hombre lobo más guapo de todo el mundo, con un cuerpo inigualable, y una belleza otorgada por los mismos dioses. Se morían de ganas por traer al mundo a los hijos de semejante espécimen.  

Pero Sköll iba a romper la única regla que no podía romper. Se iba a enamorar de una humilde vendedora de flores que conoció en el pueblo de Lergos. La profesión era lo menos. Así fuese una prostituta estaría bien visto, siempre y cuando esa ramera fuera una loba pura de nacimiento. El gran problema con el enamoramiento de Sköll, era porque esa humilde vendedora de flores, era humana. Ya la había visto en varias ocasiones mientras paseaba las calles del reino. En una pequeña tienda hecha con troncos de madera, ella siempre vendía sus flores a quién pudiera pagarlas. Hermosas flores que ella misma cultivaba en el campo. Era la manera en la cuál lograba llevar el pan hasta la mesa de sus ancianos padres. Los encuentros entre ella y Sköll se hicieron mucho más frecuentes a medida que pasaba el tiempo. El heredero al trono compraba cientos de flores al día, como excusa para poder acercarse cada vez más a esa hermosa chica. Incluso se ofreció amablemente para ayudarla en la recolección de la flores, yendo directamente hasta el campo para acompañarla en persona. 

— Llevo varios meses hablando contigo. Eres mi proveedora personal de flores para el castillo, y aún no sé ni siquiera tu nombre — dijo Sköll mientras que ambos caminaban directamente al campo de flores. 

— Mi nombre es Venus, como la diosa — confesó con una tímida sonrisa en sus labios. 

Para Sköll, Venus era la mujer más hermosa que había visto jamás. Ella despertaba sentimientos muy bonitos en él, sin el mayor esfuerzo. Solamente era necesaria una pequeña sonrisa, un espontáneo cruce de miradas repentino, y eso bastaba para hacerlo sentir plenamente felíz. 

— Mi nombre es... — dijo Sköll antes de ser interrumpido. 

— Todos conocemos tu nombre. Eres el hombre lobo más famoso de todo el reino. En el pueblo todos hablan de tí, y de que algún día serás nuestro rey — dijo Venus — Solamente... — una pausa incómoda detuvo las palabras de Venus, quién no dijo absolutamente nada más. 

— ¿Solamente? — preguntó Sköll. 

— Prefiero no decir nada. Somos dueños de lo que callamos, y esclavos de las cosas que decimos. En este momento es mejor callar — aseguró Venus. 

— Quiero demostrarte que puedes confiar en mí. Solamente dame la oportunidad, y verás que soy un hombre lobo de confianza — pidió Sköll tomando suavemente las manos de Venus. 

— Solamente espero que no seas igual a tu padre — confesó Venus revelando sus pensamientos. 

— Te lo juro que jamás seré un dictador como mi padre. Yo cambiaré la manera en la que ustedes los humanos, nos ven a nosotros. Los hombres lobos no somos malvados, ni despiadados. Unicamente lo somos cuando en realidad debemos serlo, pero estoy dispuesto a reinar con paz e igualdad entre todos los habitantes de este reino — prometió Sköll mirando directamente a los ojos de Venus, y allí se vería en el reflejo, como si sus ojos fueran un espejo que lo mostraban tal y como es. 

— Eso lo sé, Sköll. Tú eres diferente a los demás. Puedo sentirlo en mi corazón. Tú sacarás al reino de Lergos de la oscuridad, y le mostrarás al mundo, que los humanos y los hombres lobos podemos vivir en completa armonía — aseguró Venus con bondad en su mirada, y palpitaciones sumamente rápidas que delataban el gran amor que sentía por Sköll. 

— Solamente me falta una cosa... — dijo Sköll tomando a Venus de la cintura para abrazarla apasionadamente — una reina como tú — dijo con voz romántica para luego estampar finalmente un beso en sus suaves y tiernos labios para registrar en la historia un momento simplemente perfecto.

Lo que Sköll y Venus jamás sospecharon, es que desde los árboles habría un incógnito súbdito del rey presenciando toda aquella romántica escena.

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