La mañana siguiente Gema se levantó más temprano que de costumbre, los nervios no le permitieron dormir en calma. Acabó de vestirse y se miró por última vez en el espejo antes de recoger su cabello rojizo en un moño alto y aplicarse un poco de maquillaje en el rostro para disimular su piel pálida. Sin perder más el tiempo salió del apartamento y tomó el autobús. El reloj casi marcaba las nueve y media de la mañana y los nervios le estaban jugando una mala pasada. Cuando por fin llegó a la mansión, otro joven muy educado la recibió y acompañó hasta el estudio. Una vez frente a la puerta, tocó y oyó la voz de Carter, quien le pidió que pasara.
No sabía si había sido su imaginación, pero notó que cuando Carter la vio, el rostro del hombr