80. Amar también es dejar ir
Stefan
Mis pesadillas acaban de cobrar vida, estoy experimentando nuevamente aquel sabor del miedo, aquella impotencia y desesperación en niveles alarmantes que me impiden pensar con claridad, Armado la tiene en la mira, no sabe que se trata de Renata, ha de pensar que es solo una simple mujer con la que estoy saliendo, pero ya la notó; mandar el vestido de Marisa solo es una advertencia, Renata tiene que marcharse, alejarse de mí lo más pronto posible.
Esa idea me lastima en lo más profundo del alma, mi corazón duele y protesta ante la idea, pero la culpa llega arrasando con todo a su pasó, sin dejar lugar a otra cosa que no esa ella, no puedo dejar que Renata tenga el mismo destino, no puedo dejar que la lastimen, si para mantenerla a salvo, tengo que mandarla lejos de mí eso haré aunque me queme el alma.
Ella está tan afectada como yo, me encantaría poder consolarla en mis brazos, pero estoy tan hecho trizas que no podría hacerlo, nuestras miradas se encuentran, sus ojos y los mío