Por la tarde, cuando Bella y Laura regresaron a la oficina después de ver a un cliente, Carlos ya las estaba esperando.
—¿Realmente tenemos que comer esto? —preguntó Bella.
Carlos respondió: —Sí, es imprescindible.
Bella se quedó sin palabras.
Los dos se dirigieron en coche a un antiguo restaurante chino en la ciudad Marla, donde era necesario reservar con antelación y sólo podían entrar los miembros.
El camarero los acompañó a un reservado en el piso de arriba, mientras Carlos esperaba a que llegara su hermano.
Pensando en la cena que se avecinaba, Bella suspiró. De verdad, ella y Carlos no tenían nada, pero ahora las cosas habían llegado a este punto.
Carlos se dio cuenta de la incomodidad y la tensión de Bella. —No temas, te he traído un spray de pimienta por si las cosas se ponen feas, puedes sacarlo y usarlo.
Diciendo esto, Carlos le entregó un bolígrafo.
Bella se quedó perpleja. —¿Tu hermano no es un cargo público? ¿Por qué tenemos que llevar spray de pimienta?
Carlos frunció el