Teresa también escuchó la voz de su hijo.
Mirando el ceño ligeramente fruncido de Bella, Teresa explicó suavemente: —Bella, yo no he traído a Pedro.
Bella se sintió un poco avergonzada por la explicación de Teresa.
Pedro ni siquiera estaba muy dispuesto a ver a Teresa, ¿cómo iba a venir con ella a la familia Fernández?
—Señora Romero, solo me sorprendí y no te culpo de esto. —dijo Bella.
Teresa sonrió y miró la hora en su reloj—. Ya es tarde, me voy a regresar.
—Te acompaño a la salida.
—Bueno.
Bella acompañó a Teresa hasta la puerta, y allí estaba Pedro, tal como lo había imaginado.
Seguía vistiendo un traje negro ajustado, erguido y elegante, mientras hablaba con su abuelo.
Al ver a ella y a Teresa salir, Pedro giró su mirada hacia ellas.
Tal vez fue una ilusión suya, pero le pareció que la mirada de Pedro brilló un poco al verla.
—Pedro, ¿has venido a ver a Bella? —preguntó Teresa con amabilidad.
Pedro la saludó con cierta frialdad: —Madre, he venido a hablar con el abuelo sobre uno