Josey llamó a Hunter más tarde esa noche. Su voz era baja pero llena de enojo.
—Tu madre dijo todo eso. No puedo creer que haya hecho un trato con Faye.
Hunter se recostó en su silla en el bar, sosteniendo el teléfono cerca de su oído.
—¿Dijo todo eso? ¿En serio? —preguntó, fingiendo sorpresa.
—Sí —respondió Josey—. Es una mujer explosiva, esa. Deberías haber oído cómo me habló.
Los labios de Hunter se curvaron lentamente. No parecía enojado; parecía alguien que acababa de idear un plan.
—Ya veo —dijo con calma—. No te preocupes, te responderé.
Después de colgar, dejó el teléfono sobre la mesa y miró su bebida. Lo giró una vez y dio un sorbo lento. Sus ojos brillaban como alguien que estaba formando un plan.
Luego volvió a tomar su teléfono y marcó otro número.
—Hola, ¿Papá?
—Hunter —respondió con voz profunda su padre—. Hola, hijo.
—Estaba pensando que deberíamos comer juntos —dijo Hunter suavemente—. Solo los tres: tú, yo y Philip. Hace tiempo que no hablamos como familia.
Hubo un b