Cap. 28
Las manos de Rodrigo no paraban de marcar números y gritarles a cualquiera que volvía con la información de que su rastro se había perdido; las cámaras de la zona habían dejado de funcionar en el lapso de tiempo que Renata desapareció.
Solo la dejó un par de horas con esos dos ancianos y ahora todo daba la impresión de ser un secuestro. Su cabeza lo estaba matando, pero necesitaba entender qué fue lo que hicieron para que Renata se viera de esa forma, mientras intentaba descubrir por qué alguien se la llevaría. Necesitaba atar cabos, tenía un acosador, pero nunca se le presentó en persona.
Antonio estaba pálido y confundido, después de ver esos mensajes cortados, sentía una terrible culpa. Ella siempre era tan dulce y sus compañeros la trataban con tanto cariño, que supuso que su hija le había entregado esa familia feliz que siempre aspiró. La recuperaría y luego se encargaría de destruirlos.
Eduardo, a diferencia de los otros dos hombres, sentía una culpa terrible por ser el responsa