Gerardo la abrazó mientras salían del bar. El viento afuera era fuerte, así que se quitó la chaqueta y se la puso a ella. Bajó la cabeza para arreglarle el cuello y le preguntó en voz baja: —¿Hay algo que te preocupe tanto como para beber así?
En ese momento, ella estaba tan borracha que apenas se mantenía consciente, apoyando la frente en su pecho y murmurando. Gerardo la vio borracha por primera vez y, preocupado por dejarla sola, la llevó a un hotel.
Al reservar una habitación en el hotel, tuvieron que registrar la información de todos los ocupantes. Gerardo la sostenía y le preguntó: —¿Trajiste tu documento de identidad?
Ella le respondió con tono ondulado: —Hmm…
Gerardo le preguntó pacientemente: —Documento de identidad.
—Eh…
Gerardo, entre molesto y divertido, insistió: —Documento de identidad, pequeña bebedora.
Ella finalmente dijo: —Está en el bolsillo.
Mientras Gerardo bajaba la cabeza para buscar su identificación en el bolsillo, Cira, mirándolo con la cabeza inclinada, despu