POV de María
—Han pasado casi seis años, María; vuelve, te lo ruego —suplicó mi hermano menor.
—Sabes que no puedo, Diego —respondí con un suspiro.
—Papà ya te ha perdonado, aunque no lo exprese. Estaría encantado de volver a verte —pude sentir la desesperación en su voz, incluso a través del teléfono.
Solté una risa amarga. —El perdón no es precisamente su fuerte, y lo sabes —le recordé.
Mi padre tenía muchas virtudes, pero la misericordia no estaba entre ellas. Lo había ofendido gravemente, no solo dándole la espalda a ellos, sino también a mi derecho de nacimiento, que incluía el liderazgo de toda nuestra manada. Quizá fui egoísta al elegirme a mí misma.
—Él te ama, lo sabes —insistió mi hermano. Tal vez sí, pensé, pero en cuanto empecé a imponerme y a expresar mis pensamientos, ese amor paternal pareció evaporarse.
—Diego, siempre estaré contigo aunque no esté físicamente presente. Pero no puedo volver a casa —dije con tristeza. No ahora. No estoy preparada para enfrentarlos; aún