Olivia abrió los ojos sin saber dónde estaba. Permaneció algún tiempo esperando que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad, pero nada había cambiado, continuando en plena oscuridad.
Ni siquiera sus ojos de lobo podían ver algo.
Extraño.
— ¿Alguien? — llamó a la chica, levantándose un poco. Sintió entonces un dolor alucinante en el tobillo, haciéndola soltar un grito y luego volver a la posición en que estaba. Sintiendo el pánico instalándose dentro de sí, intentó respirar varias veces, en un intento de calmarse y entender lo que estaba sucediendo.
La chica volvió a levantarse, ahora tomando el cuidado de no mover la pierna herida. Sintió la pared fría contra su espalda y solo entonces se dio cuenta de lo frío que era ese lugar.
— Diego... — ella susurró, sintiendo el pánico volviendo a la superficie, mientras la realidad comenzaba a caer sobre ella. Después de unos minutos se había dado cuenta de qué lugar era aquel.
Ella no sabía cómo había llegado allí.
¡No, no, eso era una pesad