Edgar
Jugar a dos bandos no es nada fácil, siempre tenía que estar atento para que nada saliese mal y para eso debía de estar construido con mucha sensatez.
—Señor, Edgar— llega a mí el hombre que hasta ahora le estoy preparando el peor castigo que jamás recibirá de nadie, él es el asesino de mi padre.
—¿Hay algún inconveniente? — pregunté haciendo que borre esa sonrisa de idiota.
—No, señor, solo quería saludarle y bueno conocer a la joven que lo acompaña.
A sus sesenta años