Henry despertó por el toque firme de una mano, abrió los ojos algo aturdido y desorientado, para encontrarse con la mirada atenta de Shae que le increpaba para que hiciera algo.
―¿Qué? ―preguntó con voz soñolienta.
―Que debes levantarte ―repitió ella con firmeza―. Tienes hora y media antes de que La Ama despierte ―informó en voz baja―. Son las siete de la mañana, deben estar listos a las nueve, así que tienes hasta las ocho y media para desayunar, bañarte y acicalarte. Luego tendrán media hora para prepararse para la nueva sesión.
El que la mucama le recordara que continuaban en el juego y que tenía que levantarse se sintió como una descarga eléctrica en su cerebro. Se levantó de un salto, sin acordarse de que estaba desnudo y se alejó rumbo al baño.
―Ahí no, Hank ―le avisó Shae, mientras doblaba la manta que l